Un país paralizado, a la espera de definiciones
La Argentina entusiasmada de otrora comienza a paralizarse a la espera de definiciones. En el interior, una retracción brusca y fuerte afectó ya la construcción, la venta de automóviles y de maquinarias agrícolas, y el propio comercio de semillas y fertilizantes. La inflación, la percepción social de un gobierno aislado y, ahora, la falta de combustibles (la producción está siempre en el limite justo de la carencia) golpean, al mismo tiempo, sobre los centros urbanos. Los inversores externos ya han respondido con sus actos la pregunta que todavía se hacen intelectuales y políticos: Néstor Kirchner es, definitivamente, más parecido a Hugo Chávez o a Evo Morales que a Lula o a Michelle Bachelet.
El Gobierno parece vacilar frente a la bifurcación del camino. O toma la senda que lo alejará del abismo o toma la que lo acercará a él sin remedio. El acuerdo con el campo podría estar al alcance de la mano, pero nadie es optimista. Un proyecto oficial prevé ofrecerles el martes a los productores rurales retenciones con un eje en el 35 por ciento y nunca deberían superar el 50 por ciento. Ese proyecto podría ser aceptado por los dirigentes rurales. El único problema consiste en que Kirchner no abandonó aún su obstinación en derrotar a los ruralistas en el campo de batalla.
Una nube de conspiraciones supuestas se aposentó sobre la casona presidencial de Olivos. De tales intrigas participarían, según la estimación de esos gobernantes, desde las entidades agropecuarias hasta los canillitas. Primero veamos los problemas y después analicemos las conspiraciones , aconseja vanamente la línea moderada de la administración. A Kirchner le encantan las divagaciones sobre las eventuales confabulaciones y relega los problemas concretos a un segundo plano. Los halcones no son halcones en serio; simplemente se limitan a dar el sí y a cumplir las órdenes. El único halcón verdadero del Gobierno es Néstor Kirchner.
El viernes no se había cumplido ninguno de los acuerdos firmados el miércoles entre el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, y los líderes de las organizaciones agropecuarias. El trigo y la carne seguían esperando las autorizaciones de Guillermo Moreno para ser exportados. Moreno se había resistido a firmar aquel acuerdo, porque quería condicionarlo a una extensión explícita de la tregua por parte de los ruralistas. Los dirigentes no podían asegurar eso. Fernández debió convencerlo a Moreno no sin cierto dejo de resignación: Firmá, Guillermo. Los muchachos harán lo que puedan , le dijo en alusión a los dirigentes agropecuarios.
Hicieron poco porque podían poco. Movilización, fin de la tregua, pero sin paro ni corte de rutas. El mismo viernes, en la localidad de 25 de Mayo, los líderes del campo debieron extremar su capacidad de persuasión para que los productores no volvieran a cortar las rutas. Los productores rasos no entienden las sutilezas de la política ni comprenden a un gobierno ahogado por la soga implacable de sus luchas internas.
En el fondo, Néstor Kirchner quiere pelear cara a cara con los dirigentes rurales. Están quebrados , se ufana en Olivos. Moreno es su mejor gladiador. Los productores no son los culpables de la inflación , insiste Alberto Fernández. Cristina Kirchner comienza a creerle. Su esposo trató primero de dividir a las entidades del campo. No pudo. Ahora está intentando enfrentarlas con la sociedad si ésta se viera ante una inflación más galopante aún o ante el desabastecimiento de productos esenciales.
Los dirigentes campesinos gambetean el desafío. Imaginan movilizaciones, fraguan la escarapela como símbolo de la protesta rural y, lo que sería muy grave para el Gobierno, proyectan no levantar la cosecha o no venderla al exterior. No quieren los cortes de rutas, pero un malhumor profundo y vasto contra el Gobierno es perceptible entre los afiliados de las organizaciones agropecuarias. La imprudencia podría ganarle a la estrategia.
Se habla más de Néstor Kirchner que de Cristina Kirchner. Alberto Fernández debió desmentir dos veces su renuncia en un mismo día. Un mundo nuevo y desconocido se acomodó en el poder. Antes, la vida política del jefe de Gabinete nunca estuvo en duda. La Presidenta fue célebre en su época como una mujer de carácter fuerte y de ideas propias. Pero se trataba de otro mundo.
Difícilmente Alberto Fernández se irá de la administración, salvo que sea él mismo quien termine dando el portazo. No lo dará. Gran parte de la administración se iría con él. La balanza se inclinaría ciertamente hacia un lado. Sin embargo, los hechos han desautorizado su palabra, y su firma a veces, en los últimos días. Moreno se ha dado el lujo de no cumplir con ninguna de las promesas que el jefe de Gabinete les hizo a los líderes agropecuarios. Su problema no es sólo que no lo echan, sino que no lo dejan ir , señalaron los que oyen a un Fernández con signos evidentes de fatiga política y de cansancio físico.
¿Quién produce el desgaste del hombre más importante del Gobierno desde que existen los Kirchner? ¿Es sólo Moreno? ¿Acaso su eterno adversario, Julio De Vido, podría acometer por sí solo semejante campaña? El jefe de Gabinete prefiere creer en la acción de los que no quieren una solución con el campo. Sus adversarios internos no habrían hecho más que seguir la traza de la marea. Pero la siguieron. El propio Néstor Kirchner se asustó y llamó a periodistas de su confianza para desmentir la salida del jefe de Gabinete.
La Presidenta está decepcionada por los tumbos de un gobierno que nunca imaginó. Creyó siempre que le tocarían las buenas brisas que le soplaron a su esposo, a las que ella proyectaba agregarles una dosis de sofisticación internacional que Néstor Kirchner nunca tuvo. Las brisas del exterior siguen siendo buenas, pero alguien debía hacerse cargo en algún momento de la gestión interna de la administración, que el ex presidente fue confinando en beneficio de sucesivas elecciones y de semanales encuestas. La infalible irrupción de todos los problemas postergados (inflación, crisis energética, elevado gasto público, falta de inversión consistente) provocó la crispación de Cristina Kirchner y el regreso anticipado de Néstor Kirchner.
Todo lo que pasa por Puerto Madero sale sin problemas. Todo lo que pasa por la Casa Rosada se vuelve complicado y contradictorio , explicó un empresario que frecuenta los dos lugares. Los ministros no saben hacia dónde mirar. ¿Es suficiente la aprobación de Puerto Madero? ¿Basta con la aceptación de la Casa Rosada? ¿Cómo, en última instancia, cumplir con los dos polos del poder? Puerto Madero es ya una metáfora: Néstor Kirchner se recluyó desde hace varias semanas en Olivos y casi no sale de ahí. La Presidenta parece refugiarse en las estrategias que elabora su esposo.
Argentinizar empresas extranjeras. Demonizar empresas argentinas. La insoportable permanencia de problemas ante un gobierno que puede, pero no quiere. Todas esas maniobras ya le han costado a la Argentina la vergüenza internacional de haber tenido el año pasado sólo un tercio de la inversión externa que tuvo Chile; apenas un 18 por ciento de la que llegó a Brasil y sólo el 25 por ciento de la que fue a México. La economía habla más claro que la política.
Kirchner no se da por enterado, porque se interpone su negativa a retroceder ante lo imposible, que es el secreto de su debilidad.