La nacion
La luz al final del túnel parece haberse apagado. La esperanza de vastos sectores sociales, instalada la semana pasada, se está desvaneciendo. Las entidades agropecuarias se han convertido en el primero y más poderoso núcleo dirigente decidido a ponerle un límite a la rutina kirchnerista de tomar decisiones inconsultas. Una reu-nión de dilaciones y chicanas, en la noche del jueves, llevó al campo otra vez al borde de la protesta y el paro. La Argentina sigue, así, la travesía por una dramática crisis política. Un país crispado y sobresaltado, con grandes dosis de temor por el decurso de la economía, se acomodó de pronto donde hubo una cierta noción de felicidad colectiva.
Algo extraño sucede, además, cuando los exponentes más dialoguistas de instituciones o agrupaciones se convierten, uno tras otro, en el centro de la furia oficial. Eso pasó con el presidente de la Federación Agraria, Eduardo Buzzi, y con el obispo de San Isidro, Jorge Casaretto, ambos predispuestos antes a conversar con el Gobierno y a construir espacios comunes de comprensión.
La inmensa disciplina política y social, que duró cinco años, comienza a agrietarse sensiblemente. Senadores y diputados nacionales del kirchnerismo toman distancia, aun cuidando la reserva. ¿Dónde nos están llevando? , preguntaba el viernes uno de ellos. No estaba solo con esa angustia.
A los dirigentes agropecuarios les costó levantar el paro anterior, hasta que los empujó un estado de ánimo social asustado y dialoguista. Pero los campesinos rasos están cansados de las travesuras de un gobierno al que mayoritariamente votaron en octubre último. Los dirigentes actuaron contra el clamor de los dirigidos.
No se trata sólo de la soja, aunque el confiscatorio sistema de retenciones a ésta haya sido el detonante de una bronca más larga y extendida. Donde se abre una puerta en el campo hay una deuda del gobierno de los Kirchner. Ganaderos y trigueros, dueños de maizales y de tambos lecheros tienen problemas que nunca fueron solucionados. Tienen también una promesa que nunca se cumplió o esperan una política que nunca se construyó.
La respuesta oficial a aquel difícil levantamiento del paro llegó con una carta formal del jefe de Gabinete, Alberto Fernández, citando a los cuatro presidentes de las entidades agropecuarias. ¿Cómo? ¿Una nota fría y seca para destrabar el mayor conflicto que debió enfrentar el gobierno de los Kirchner? Fernández adujo que "negociar con asambleas" le acarreó el problema de muchas filtraciones periodísticas.
Ese fue, en rigor, el primer síntoma de que la negociación venía marcada por las dosis homeopáticas propias del ex presidente Néstor Kirchner cuando debe conceder.
El segundo episodio de la tensión sucedió cuando Fernández se negó a recibir a los vicepresidentes de las entidades, según la costumbre que se había respetado hasta ahora. La presencia de los vicepresidentes es una necesidad política de los presidentes. Estos requieren compartir la responsabilidad de lo que se decide en las reuniones con el Gobierno. En algunos casos, los presidentes y los vicepresidentes representan a corrientes distintas dentro de las organizaciones. Tampoco ingresó el secretario de Agricultura, Javier de Urquiza, ausencia que delató que no habría soluciones técnicas para las retenciones.
Adentro, Fernández pedía desdramatizar el conflicto y ponía el énfasis en la informalidad fiscal (evasión impositiva, dicho en castellano básico) de los pequeños productores. Seguimos hablando la semana que viene , propuso después, extrañamente relajado. El momento más tenso del encuentro lo protagonizaron Fernández y Buzzi, porque éste le anticipó que no habría próxima semana si no se resolvía con urgencia la cuestión de las retenciones. No podemos terminar en horas con un asunto tan complicado , respondió el jefe de Gabinete. No son horas. Llevamos 70 días hablando de lo mismo , dijo luego uno de los dirigentes rurales.
Fernández intentó hurgar también en supuestas divisiones internas entre las entidades. Habló de una propuesta de la Federación Agraria sobre las retenciones que no compartiría la Sociedad Rural. Yo no propuse nada , le respondió Buzzi. También le reprochó a Buzzi su informe público sobre la última reunión con Fernández, que motivó el penúltimo paro, pero los presidentes le aclararon en el acto: Ese informe fue acordado por los cuatro .
La reunión se fue diluyendo, estéril ya, entre llamadas telefónicas de Fernández a la Presidenta y saludos protocolares. ¿Nos vemos el lunes? , invitó Fernández. ¿Dónde y a qué hora? , le preguntaron los presidentes. Nos hablamos por teléfono el lunes , zafó el jefe de Gabinete. Nada. Manos vacías aquí y allá. Los dirigentes debían ir hoy a Rosario sólo con promesas. Esa era la estrategia. Rosario es una obsesión de los Kirchner. ¿Puede haber un acto que no sea kirchnerista cuando el kirchnerismo sembró de actos políticos el país en el último lustro?
Otro paro agropecuario quedó al alcance de la mano. Para el Gobierno, lo que se discute es en manos de quién quedarán unos 1300 millones de dólares, la diferencia entre la retenciones del 35 por ciento, a las que quieren volver los productores, y las del 39 o 40 por ciento que se está aplicando ahora. Entre los productores reina, en cambio, el mal humor acumulado y aquella decisión autoritaria que les metió la mano hasta el fondo de los bolsillos.
¿Por qué el Gobierno no le dio al campo una carta para jugar antes del acto de hoy en Rosario? Le dimos la promesa de discutir las retenciones a partir del lunes , dicen en el oficialismo. Esa promesa ya estaba antes del último paro. ¿Hasta cuándo las promesas? , retrucan los ruralistas. Pura homeopatía política. Es el estilo de Kirchner. Fernández actuó en nombre del matrimonio presidencial.
La homeopatía era un método posible cuando Néstor Kirchner volaba sobre encuestas del 70 por ciento de aceptación popular. Su esposa está ahora en sólo el 26 por ciento, según la última encuesta de Poliarquía. ¿Néstor Kirchner está mejor? Puede ser, pero no debería entusiasmarse con eso. La simpatía social es un bien ganancial. La aceptación o el rechazo de uno contagiarán irremediablemente al otro. Los métodos deberían cambiar cuando cambió el humor social.
El termómetro del peronismo pasa por dos andariveles: los gobernadores y los sindicatos. Algunos gobernadores comienzan a pedir ya un gobierno más amplio, un gabinete con ministros más independientes y un sistema más consensual de gobernar. El país ya no está en condiciones de ser manejado sólo por tres personas , ha dicho uno de los principales gobernadores. Los sindicatos podrían dar una pésima señal si se prendieran de la percepción inflacionaria. La percepción de una pobreza en aumento lo convirtió a Casaretto en blanco de la ofuscación oficial; el obispo es un empedernido constructor de puentes y de diálogos, aun en los peores momentos de la Argentina reciente. No importa.
Perfil bajo. Esa es la condición de la política en la era de los Kirchner. Pero no se pueden poner muchas condiciones cuando las encuestas chocan con el zócalo. Ya existen versiones de que algunos dirigentes peronistas están volviendo a buscar un ministro de Economía. Carlos Fernández podrá ser un buen técnico, pero ninguna sociedad se conforma sólo con eso para confiar en un ministro de Economía cuando la inflación está en los niveles que está.
Otro problema es que los Kirchner creen todavía que gran parte del fenómeno inflacionario es un invento de los periodistas. Según Artemio López, la inflación está bajando, dijeron muy cerca de la cima. Artemio López ha reemplazado al Indec. El conflicto es, entonces, más grave de lo que parece.
El combate se complica, además. Los campesinos y la inflación han sido siempre, en todo el mundo, adversarios duros, tenaces y empecinados. La historia lo sabe.