Entrevista:O Estado inteligente

domingo, agosto 19, 2007

Mariano Grondona

¿Está confundida o nos quiere confundir?

Por Mariano Grondona

Domingo 19 de agosto de 2007

El martes último, en el lanzamiento de la fórmula presidencial que comparte con el gobernador radical Julio Cobos, que se realizó en el Luna Park ante ocho mil personas, Cristina Kirchner llamó a los argentinos a la concertación plural .

Si estuviéramos en Chile, la palabra "concertación" aludiría a la alianza que allí mantienen desde el regreso de la democracia en 1990 dos de las tres grandes fuerzas políticas tradicionales, el Partido Socialista y el Partido Demócrata Cristiano, una alianza que les ha permitido consagrar las presidencias sucesivas de los democristianos Aylwin y Frei, y de los socialistas Lagos y Bachelet, sin que esté permitida en ningún caso la reelección inmediata del presidente.

Podría decirse que la concertación chilena también es "plural" en cuanto la coalición socialista-demócrata cristiana de centroizquierda ha tenido que competir una y otra vez con la otra coalición tradicional de centroderecha, que le ha venido pisando los talones y podría vencerla en la próxima elección presidencial.

Si estuviéramos en España, la palabra "concertación" tendría asimismo una significación "plural" por cuanto alude al Pacto de la Moncloa, celebrado con el regreso de la democracia en 1977, en virtud del cual las grandes fuerzas políticas de la madre patria, el Partido Socialista Obrero (PSOE) de centroizquierda y el Partido Popular (PP) de centroderecha, adhiriendo de un lado a principios comunes que permiten la continuidad de las "políticas de Estado" de largo plazo, también compiten y se alternan en el poder desde hace tres décadas.

Con modalidades distintas, pues, las concertaciones chilena y española comparten los rasgos republicanos del pluralismo democrático porque ningún partido, ningún líder, pretende en ellas el monopolio de la vida política característico de las democracias autoritarias en las cuales, si bien la gente vota, es inducida a apoyar mediante una serie sin fin de reelecciones inmediatas a un caudillo personalista y cuyo ejemplo más saliente es la Venezuela de Chávez.

Sólo dos letras

En su discurso del Luna Park Cristina Kirchner, después de llamar a la "concertación", señaló que esto sólo podrá lograrse en la Argentina mediante el encolumnamiento de la gente detrás de una única candidatura presidencial, la de ella misma, y detrás de un único liderazgo, el de los esposos Kirchner. Esta consigna ¿apela a una concertación a la chilena o a la española, o a una concentración del poder a la que ni siquiera limitaría la prohibición de las reelecciones inmediatas?

¿Concertación o concentración, entonces? Sólo dos letras separan a estas dos palabras. Fonéticamente son casi iguales. Entre ellas media, empero, un abismo conceptual. Chile y España reflejan a la primera de ellas. Detrás de la segunda, asoma Chávez.

Si la señora de Kirchner hubiera calificado a su propuesta como la continuidad de la concentración del poder que inició su esposo, habría ingresado en un espacio polémico pero, al menos, coherente. Lo notable de su discurso fue, sin embargo, que, adhiriendo en el fondo al modelo monopólico de Chávez, adhirió en la forma al modelo pluralista de Chile y España, incurriendo por lo tanto en un sofisma .

El Diccionario de la Lengua Española define la palabra "sofisma" como "una razón o argumento aparente con que se quiere defender o persuadir lo que es falso", aludiendo además a la palabra griega sophisma de la cual proviene. El "sofista" viene a ser entonces el falso sabio que emite juicios engañosos o "sofismas".

Al envolver la aspiración a la concentración de poder que comparte con su marido, quien la aplaudió con entusiasmo en el Luna Park, con el engañoso empleo de la palabra "concertación" que es en verdad su opuesto, la candidata presidencial incurrió por ello en un sofisma lógicamente insostenible.

Pero ¿cuál es la naturaleza de esta confusión entre los conceptos de "concertación" y "concentración"? La pregunta es válida porque hay dos clases de sofistas: inocentes y deliberados . En el primer caso, el sofista se engaña a sí mismo. Su falla, aquí, es lógica pero no moral. En el segundo caso el sofista sabe en cambio que engaña, pero no a sí mismo porque conoce la distinción entre la verdad y el error, sino a los demás. Más que un ignorante, es un manipulador. Su falla, en tal caso, no es lógica sino moral.

1984

Concederle a Cristina Kirchner el beneficio de la duda no está prohibido. Podría ser que, llevados por la euforia y el narcisismo que ha generado tantas veces la droga del poder, ella y su esposo se hayan convencido íntimamente de que son la única solución de un país que deja atrás el infierno e ingresa, si no en el paraíso que anuncian sus aduladores más cercanos, al menos en el purgatorio. Queda en este caso una pregunta: los menemistas, duhaldistas y radicales K, ¿comparten acaso la euforia narcisista de sus dos jefes o han hecho, al contrario, un cálculo mezquino? ¿Qué los mueve frente sus caudillos? ¿La persuasión o el interés? ¿Cuán cerca o cuán lejos se hallan del modelo que popularizó Borocotó?

Si nos ponemos en cambio en la hipótesis de que la confusión de Cristina entre "concertación" y "concentración" no es inocente sino deliberada, la perspectiva se torna más grave porque manipular al pueblo, lavarle el cerebro, es un recurso en sí mismo totalitario .

Para explorar el peligro que entraña la manipulación de la conciencia popular, basta volver al clásico libro 1984 que publicó en 1949 George Orwell. En él, este inglés nacido en la India imagina un Estado totalitario cuyo método es manipular la mente de los que ya no son ni siquiera ciudadanos a través de los medios de comunicación.

Lo que más importa en el escalofriante relato de Orwell no es, sin embargo, que el Estado totalitario controle los medios sino el contenido de sus mensajes al pueblo hipnotizado. Con el concurso de una televisión omipresente, el emisor de estos mensajes, llamado por Orwell "el Gran Hermano", subvierte sistemáticamente el contenido de las palabras al proclamar consignas como éstas: "La guerra es la paz"; "la libertad es la esclavitud"; "la ignorancia es la fuerza". A una tergiversación comparable responde, asimismo, el nombre que reciben las reparticiones del Estado totalitario. El Ministerio de la Verdad, así, es el que se encarga como Goebbels de propalar las mentiras de su propaganda. La oficina encargada de la represión y la tortura de los pocos disidentes que van quedando se llama el Ministerio del Amor. El Ministerio del Guerra es el Ministerio de la Paz y el ministerio que administra la escasez y la pobreza de la población es el Ministerio de la Abundancia. Algo así como un Indec a cargo de Guillermo Moreno.

La confusión entre la concertación y la concentración del poder en la que acaba de incurrir Cristina Kirchner, ¿no apela también a este tipo de tergiversaciones? Si los Kirchner son apenas unos sofistas inocentes, todavía cabe la posibilidad de refutarlos. Si su propósito es eventualmente manipulador resulta de ellos mismos o de los aprendices de magos publicitarios que los asesoran, todavía cabe la posibilidad de denunciarlos. 1984 no es después de todo una profecía sino una advertencia .

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