Por Joaquín Morales Solá
A veces, el ruido esconde las cosas. Si los asambleístas no rompen hoy lo poco que queda, es probable que la tensa relación entre la Argentina y Uruguay pueda entrar en un período de eventual solución. Luego de reproches de órdago y de colocar sobre la agitada mesa viejos y nuevos agravios, funcionarios uruguayos y argentinos se han serenado y han empezado a buscarle una salida al laberinto. Lejos una de la otra, dos personas presionan indirectamente para que exista un acuerdo en noviembre. Un paso previo podría darse en septiembre.
Una de ellas es el rey Juan Carlos, gestor de buenos oficios en el diferendo, que liderará el 8 de noviembre, en Santiago de Chile, la cumbre de países iberoamericanos. Entonces habrá pasado un año desde que Kirchner le pidió al monarca, en una reunión cimera parecida, que se hiciera cargo de reconciliar a los dos vecinos del Río de la Plata. El Estado español decidió jugar la figura de su jefe en ese arreglo y puso a disposición parte de su estructura diplomática. Envió al sur de América, por ejemplo, a su embajador en las Naciones Unidas, Juan Antonio Yáñez.
Nada se dijo aún desde Madrid, pero es fácil suponer que la paciencia española se colmaría si el popular rey se viera obligado a buscar a Kirchner y a Tabaré Vázquez por los pasillos de los hoteles de Santiago, mientras éstos hacen lo que suelen hacer en las últimas cumbres de presidentes: se esquivan primero, se miran de lejos, dudan y, por último, desertan de cualquier acercamiento. La diplomacia española no permitirá nunca la sensación política de que el rey ha fracasado, cuando el fracaso sería el resultado de la terquedad de los otros.
La otra persona que presiona con su sola presencia es la senadora Cristina Kirchner. Seguro el Gobierno de que ella será la sucesora de su esposo el próximo 10 de diciembre -certeza que, por ahora, convalida la unanimidad de las encuestas-, la actual administración se ha propuesto despejarle el camino de algunas malezas complicadas. La tensión con Uruguay es un punto crucial en esa agenda.
El conflicto argentino-uruguayo es un obstáculo que ofende a la historia común y estropea el Mercosur, porque exhibe obscenamente sus debilidades y sus impotencias. Perjudica, además, cualquier intento futuro de aproximar a la Argentina al mundo. Kirchner no puede hacer desaparecer lo que existe: o él resuelve el problema o se lo legará a su esposa.
La reunión de "los Fernández", según la jerga política a ambos lados del río, en la apacible Colonia, tuvo todos los condimentos. El jefe de Gabinete argentino, Alberto Fernández, y el secretario general de la Presidencia uruguaya, Gonzalo Fernández, ventilaron reclamos, asperezas, disculpas y un final más de acuerdo con la amistad que los une desde la Universidad. Bueno, tratemos de ordenar esto , concluyeron. Estaba también Jorge Taiana. Hasta ahí llegaron ellos. La diplomacia comenzó a funcionar luego.
Los reclamos argentinos eran largos como una pesadilla. Estuvo en el griterío la protesta uruguaya en la que acusó indirectamente al gobierno argentino de proteger actos terroristas. La prueba era un misil de la Guerra de las Malvinas, que se exhibe en la vidriera de una armería de Gualeguaychú, y las declaraciones de un desaforado asambleísta que amenazó con usarlo contra la papelera Botnia. El asambleísta se retractó después ante el gobierno argentino, pero éste quedó dolido por aquella acusación del gobierno de Tabaré Vázquez. El terrorismo, vale recordarlo, tiene una definición precisa en el mundo y no incluye, desde ya, un misil inútil.
Tabaré Vázquez se dio cuenta en el acto de que su cancillería había sobreactuado y él mismo sobreactuó en las advertencias a la empresa Botnia, por una intoxicación de algunos empleados en el manipuleo de productos químicos. Su propósito evidente era tapar cuanto antes el conflicto por el inofensivo misil.
Cruel para recordar la historia de sus provechos, el Fernández argentino le recordó también a su amigo uruguayo que una funcionaria de salud pública de Montevideo había dicho públicamente que los efectos tóxicos de la papelera podrían sentirse dentro de 10 años. El uruguayo, que nada sabía, casi se descompuso de furia con la funcionaria. Pidió confirmación de la noticia. Tuvo confirmación.
Gonzalo Fernández no perdió tiempo y le refrescó al argentino los años de cortes de los puentes binacionales, el perjuicio económico de Uruguay, el desgano de Kirchner frente a los asambleístas y sus discursos, a veces impregnados por la lógica de la sublevación. Uruguay tiene una sociedad embebida por el conflicto, algo que no sucede con la sociedad argentina. Una sola cosa ha hecho bien la prensa argentina en toda su historia: no atizar el fuego de la tensión con Uruguay , ironizaba el viernes un importante funcionario de Kirchner.
También el argentino se quedó sin respuesta cuando el uruguayo le comentó que Tabaré Vázquez había vetado la participación de Botnia en la reciente inauguración del puerto que servirá para la exportación de pasta de celulosa. Servirá también para otras exportaciones. Entonces ordenemos esto cuanto antes , le deslizó el argentino cuando ya los dos habían despachado el silencio de tanto tiempo.
¿Cómo resolverlo? El enviado real, el embajador Yáñez, ya citó a sus amigos argentinos y uruguayos ("los Fernández" y los cancilleres de los dos países) para un almuerzo en el marco de la asamblea anual de las Naciones Unidas, a fines de septiembre. Kirchner y Tabaré Vázquez irán a esa reunión en Nueva York. Podría surgir de ese almuerzo el trazo grueso de un acuerdo eventual, que se iría puliendo durante más de un mes, hasta la cumbre de Santiago. Funcionarios uruguayos confían que en Chile se firmará el acuerdo entre Kirchner y Tabaré Vázquez. Los argentinos callan.
Diplomáticos argentinos estudian dos modificaciones probables de la posición argentina. Una es la participación de funcionarios de carrera, sin capacidad de decisión política, en las reuniones convocadas por el enviado real. Esas reuniones no hacen más que gastar y desgastar el papel del monarca español. No habrá en adelante más encuentros de argentinos y uruguayos de ese nivel.
La otra modificación consistiría en aceptar el monitoreo conjunto de la producción de la papelera, que viene proponiendo el gobierno de Montevideo. La Argentina lo rechazó hasta ahora con el argumento de que le estaban ofreciendo un hecho consumado. En círculos diplomáticos argentinos se llegó a la conclusión de que el final del contencioso tendrá que esperar el fallo del tribunal de La Haya.
¿Qué sucedería si ese tribunal resolviera a favor de Uruguay? La Argentina se quedaría sin la justicia y sin el monitoreo. El peor de los mundos. Es probable, por lo tanto, que el gobierno de Kirchner acepte el monitoreo conjunto.
A cambio, el gobierno de Tabaré Vázquez podría ceder en la firma de un acuerdo sin que los puentes estén totalmente liberados. Siempre sentenció que cualquier acuerdo debería incluir el compromiso argentino de liberar el tránsito en los puentes. Sucede que el acuerdo podría contener el compromiso uruguayo de no construir más fábricas potencialmente contaminantes en la ribera del río Uruguay. Ese pacto calmaría los espíritus en Colón y Concordia. En síntesis, el conflicto quedaría encapsulado en Gualeguaychú y Fray Bentos.
Las primeras e imprecisas líneas del posible acuerdo hablan también de una fuerte inversión conjunta en la preservación del medio ambiente y en el turismo en el litoral de Entre Ríos, a lo largo del río Uruguay. Una línea tendida para aislar a los activistas ideológicos de la sociedad de Gualeguaychú. Los gobiernos han estado demasiado tiempo ausentes de Gualeguaychú y el discurso fue ganado por el fundamentalismo político y ecológico.
Todo está mejor cuando todo parece peor , sintetizó el viernes un alto funcionario uruguayo. Sea como sea, se ha instalado cierto clima propicio para buscar un acuerdo, luego de un largo tiempo en el que ningún diálogo fue posible.
Mientras tanto, es probable que sigan hablándole a la tribuna: unos pedirán el imposible traslado de Botnia y otros protestarán por un misil de exposición. Los ruidos que ocultan las cosas. Dos preguntas nunca fueron contestadas: ¿autorizará Tabaré Vázquez la puesta en marcha de la papelera antes de verse con el rey Juan Carlos en Chile? ¿Hasta dónde llegará la provocación de hoy en el Litoral?
El equilibrio de la eventual solución es todavía muy inestable. Un solo paso en falso o una vacilación podrían derrumbarlo todo, porque nada está hecho aún.