La irrupción de los políticos moderados
Con la elección presidencial a la vista y las elecciones provinciales en pleno desarrollo, la política argentina se moviliza intensamente. La oposición ha ganado en grandes distritos como Santa Fe y la Capital, en distritos medianos como Neuquén y San Luis, y en la pequeña Tierra del Fuego. El oficialismo se ha llevado Río Negro, La Rioja, Entre Ríos, Tucumán y San Juan. Antes del 28 de octubre, votarán todavía Chaco y Chubut. Pero la decisión final sobre el rumbo del país en los próximos cuatro años ocurrirá de aquí a 50 días cuando voten no sólo provincias medianas como Salta y provincias convulsionadas como Santa Cruz y Misiones, sino también la Nación, convertida toda ella en distrito único para elegir al próximo presidente y, dentro de ella, la gran provincia donde Kirchner colocó a su principal candidato a gobernador, el vicepresidente Scioli, y donde aún imperan los "barones" eternamente reelectos del conurbano.
Todo transcurría ordenadamente como un argumento encaminado a su previsto final cuando, el domingo último, estalló Córdoba. La gran provincia mediterránea nos dio como novedad política la división del habitualmente disciplinado kirchnerismo en dos bandos aparentemente irreconciliables: el del "delasotista" Schiaretti, apoyado por Julio De Vido, y el del intendente Luis Juez, apoyado por Alberto Fernández. La confrontación entre Schiaretti y Juez expresó las tensiones internas del kirchnerismo en el momento en que decide, ante el retiro al menos formal del Presidente, cuál de los bandos predominará en torno de su esposa. En este tiempo intermedio que transcurre entre la omnipotencia de Néstor y la incertidumbre de Cristina, vacila la unidad hasta ahora monolítica del kirchnerismo.
Pero la noticia principal que viene de Córdoba no es esta feroz pugna interna del oficialismo, sino el método con el cual se pretendió resolverla: un escrutinio tan irregular que atenta contra la base misma de la democracia como es la transparencia electoral. Bastó que Juez instalara con fuerza la sospecha en Córdoba para que el resto de la oposición se le sumara para exigir el recuento, uno por uno, de los votos cordobeses, y aún más allá, la presencia de veedores internacionales el próximo 28 de octubre. La Argentina ha regresado al clima inquietante que la atribuló más de una vez en su agitada historia: la sospecha del fraude .
La ofensiva republicana
El cuatrienio de Kirchner ha tenido tres rasgos principales: la prolongación aunque fuera forzada de una sensación de bonanza económica; la concentración absoluta del poder en manos del Presidente y la intolerancia contra los disidentes. Lo que está pasando ahora es que sectores cada vez más amplios, saliendo del clima economicista que los aquejaba, empiezan a reclamar otras cosas más allá de la bonanza económica: elecciones limpias, la concertación pluralista en vez de la concentración autoritaria y el renacimiento del Congreso, la Justicia y el periodismo libre en la tarea de controlar al Ejecutivo. Con otras palabras: el renacimiento de la República.
Quizá sea excesivo pretenderlo, pero el hecho es que este impulso republicano, que nació en el plebiscito de Misiones del 29 de octubre del año pasado contra el reeleccionismo indefinido, parece rebrotar ahora en diversos lugares y hasta en la propia Misiones, donde el obispo Piña ha denunciado nuevas irregularidades, como una ley de lemas en la que coexisten nada menos que 18.000 candidatos.
Dos síntomas avalan esta hipótesis. Uno de ellos es el tipo de candidatos que ya han ganado o esperan ganar en octubre. Demos algunos primeros nombres: Macri en la Capital, Binner en Santa Fe, Scioli en Buenos Aires. Todos ellos han seguido la misma consigna que llevó a Macri a ganar abrumadoramente en la Capital: "No agredir. No responder a los agravios. Dialogar y convivir. Presentar propuestas". Quien más propuestas de gobierno ha presentado, en este sentido, es Roberto Lavagna.
Dialogar y convivir
A estos primeros nombres podríamos agregar otros que convergen en torno de la misma actitud. El de Telerman, que tomó la decisión infrecuente de aceptar el costo político de un aumento de impuestos (por cierto perfectible) para franquearle el paso a la gobernabilidad que necesitará Macri, su reciente rival. Bielsa, que reconoció de inmediato la victoria de Binner en Santa Fe y renunció a su banca por no sentirse, ya, representativo. Los antiguos representantes de lo que ya no es un oficialismo dominante sino pluralista en las provincias de Neuquén, Salta y San Luis, cuyos gobernadores Sobisch, Romero y Alberto Rodríguez Saá han renunciado a la reelección. Narváez, Sarghini, Guadagni y Blumberg, que competirán con Scioli, pero que actúan con su mismo estilo en la "gran provincia". El socialista Rubén Giustiniani, aliado de Binner, que acompaña a la candidata presidencial Elisa Carrió, precursora del republicanismo en la demanda de honestidad, una demanda que también acompaña, enérgicamente, el propio Juez. Ricardo López Murphy, que había ofrecido a Carrió nada menos que la renuncia a sus pretensiones presidenciales.
¿Qué nombre común les podríamos poner a todos ellos y a los que, como ellos, adoptan la misma actitud? Podríamos llamarlos los moderados , porque aspiran a convivir y a dialogar en vez de reducir infantilmente nuestra rica vida política a un "pensamiento único".
El otro síntoma convergente de la ofensiva republicana es el brusco desplazamiento de las "clases medias urbanas" del apoyo a la crítica al Gobierno. Nada menos que en la Capital, Rosario y la ciudad de Córdoba, las sedes naturales de las clases medias urbanas que lo apoyaron en 2003, el kirchnerismo ha perdido abrumadoramente. Es que aquellos sectores medios que lo pasaron tan mal en 2001 y 2002 elevan ahora sus aspiraciones del simple deseo de "sobrevivir" al reclamo de "vivir", en una república que los envuelva con la calidad de sus instituciones.
El país se ha dividido al parecer entre la vanguardia de sus clases medias urbanas y una retaguardia de sectores injustamente postergados, aún atrapados en el clientelismo de la periferia, cuyo último bastión urbano es el Gran Buenos Aires.
Ante estos desplazamientos, ¿que hará el Gobierno? Ha efectuado algunos gestos en dirección del republicanismo. La candidata oficial se reunió con empresarios en IDEA y en la Unión Industrial. El tono altisonante de sus mensajes, como el de su marido, tiende a disminuir. Pero ¿es la suya una verdadera conversión del autoritarismo al pluralismo o sólo una táctica electoral que cesará cuando termine el proceso electoral? El hecho es que, aun en medio de esta aparente distensión, no se ha rectificado la agresión al campo que se expresó con el súbito retiro del representante del Gobierno de la Exposición Rural, se han multiplicado las presiones contra la empresa Shell aun a riesgo de desabastecimiento y persisten las desvergonzadas manipulaciones del Indec. Estas señales obligan a ser prudentes cuando se evalúan las posibilidades de un futuro que los republicanos de todas las tendencias querrían contemplar: que los propios Kirchner terminaran por plegarse sinceramente a la nueva sensibilidad vital de los argentinos.