Entrevista:O Estado inteligente

domingo, julho 27, 2008

Joaquín Morales Solá |


Entrevista con Alberto Fernández

"El cambio es impostergable"

Por Joaquín Morales Solá
Para LA NACION
Viernes 25 de julio de 2008 |

Un hombre evidentemente estresado camina, calzado con ojotas de un viejo verano, por un departamento de módicas dimensiones en Puerto Madero. El tiempo y el poder han dejado sus rastros en el aspecto de Alberto Fernández. El joven colaborador de Néstor Kirchner de hace cinco años se ha convertido en un hombre más grueso, de pelo largo y casi blanco. "Parece que han pasado 25 años para mí", se ríe.

Una gripe endemoniada, con fiebres que van y vienen, lo tiene a maltraer. ¿Qué lo alejó del gobierno que ayudó a construir? ?Los tiempos han cambiado?, dice, y agrega: ?Ha cambiado la política y ha cambiado la sociedad. Creo que el Gobierno debe asumir esos cambios y cambiar también. Yo se lo venía diciendo a Néstor y a Cristina en nuestras habituales reuniones. Pero consideré que un gesto público era mejor que un consejo. Por eso, renuncié".

-¿Lo entenderá así la Presidenta?

-Confío en la inteligencia de Cristina.

-¿Y si no lo percibiera de esa manera?

-Le contesto con otra pregunta: ¿para qué quedarme, entonces, en un gobierno que ya no sería el mío?

El nombre de Néstor Kirchner parece sacarlo de la apatía. Se entusiasma: "Ha sido uno de los mejores presidentes argentinos. Hemos trabajado juntos durante gran parte de todos nuestros días en los últimos años. También hemos tenido desacuerdos cordiales, propios de dos amigos. Quisiera rehacer una alianza de trabajo con él. Debemos dedicarnos al partido y a ayudar a que el Gobierno pueda gobernar tranquilo. Hay que llevar tranquilidad a quien tiene la responsabilidad de conducir el país".

-¿Qué cosas debería hacer la Presienta de ahora en más?

-No quiero lastimar al Gobierno. Y los consejos públicos lastiman a veces.

Habla con su hijo por teléfono. Sólo algunos afectos personales lo rodean a este hombre que hasta hace pocas horas lo abrumaba la presencia constante de ministros, secretarios, diplomáticos, empresarios y sindicalistas. El nombre de Guillermo Moreno lo inquieta. Se revuelve en el sillón, mira al amplio ventanal que da al río y calla. Silencio también cuando se le nombra a su viejo adversario Julio De Vido y a Ricardo Jaime.

-¿Las renuncias de ellos serían los cambios de los que usted habla?

-No quiero hacer nombres propios y nunca los hice. Pero los periodistas inventan bien a veces [ironiza]. Han hecho una lista bastante aproximada [dice ya en serio]. Todo el mundo sabe de quiénes hablo.

-¿Cuánto tiempo pueden esperar los cambios?

-Propuse en su momento que Cristina asumiera con un gobierno nuevo. Creía que era mejor cambiar todo para darle a la sociedad nuevas expectativas. Entonces se consideró que no era oportuno, sobre todo porque Cristina no había estado en el día a día del gobierno de Néstor. Bien. Fue el criterio que prevaleció. Ahora considero que esos cambios son impostergables.

La noche del Senado lo estremeció. La derrota no estaba en ningún cálculo del Gobierno. "Sigo creyendo que las retenciones eran buenas y que eran mejores después de los cambios introducidos en la Cámara de Diputados. Pero no podemos ignorar que en el camino habíamos perdido a la opinión pública y a muchos diputados y senadores. ¿Qué hicimos mal? ¿Fue sólo un problema de comunicación o hubo también errores políticos? Ese es, para mí, el debate interno que debía darse el Gobierno."

-¿Y Julio Cobos?

-Me tocó contener a los dos vicepresidentes de los gobiernos del matrimonio Kirchner. Hablé mucho con Cobos y creo que es una buena persona, aunque no comparta su voto.

-¿Es un traidor para usted?

-No voy a estigmatizar a Cobos ni quiero caer en la ofensa de llamarlo traidor. Eso sería muy fácil. Más que el voto de Cobos me preocupa por qué nos abandonaron los senadores nuestros, por qué llegamos al empate. Este es, me parece, el análisis correcto que debemos hacer.

Al departamento de Alberto Fernández sólo le sobran diarios, nuevos y viejos. Hay pedazos de diarios por todos lados. Un televisor enorme está conectado permanente con los canales de noticias y una computadora se actualiza a cada instante con los portales de Internet de los diarios. El ex jefe de Gabinete es una expresión cabal del Gobierno que más preocupación puso en los medios de comunicación desde 1983.

-¿Es cierto que disintió con el Gobierno sobre el papel de los medios?

-Pongamos las cosas en claro. Siempre le dije a Néstor Kirchner que hay medios históricos que existían desde mucho antes que nosotros llegáramos al gobierno y que seguirán existiendo cuando nosotros ya no estemos. Enojarse todo el tiempo con ellos es entrar en una pelea inútil y desgastante.

-¿Ese desacuerdo se agravó en los últimos tiempos?

-No diría que se agravó. Creo, sí, que hay medios históricos influyentes en la sociedad y hay medios que por su dimensión son directamente factores de poder. Consideré que pelearnos al mismo tiempo con el campo y con los medios nos hizo mucho daño. El campo era el protagonista simpático de la pelea y nosotros, el antipático. Nunca debimos plantear las dos peleas al mismo tiempo. El Gobierno lo pagó muy caro.

-¿Estaba de acuerdo con la distribución de la publicidad según el grado de amistad del Gobierno con los medios?

-Esa era una política del Gobierno. Dejemos la autocrítica para mejores causas.

Cristina y Néstor. Siempre se refiere a ellos por sus nombres. Parece que le es imposible sacarse de encima tan pronto la intimidad de seis años, que empezó "cuando nadie daba un peso por Néstor", como suele recordar entre risas. Cuando Roberto Lavagna se fue del Gobierno, Alberto Fernández quedó como el único funcionario en condiciones de decirle a Néstor Kirchner que estaba equivocado. "Roberto lo podía hacer porque era un aliado importante del Gobierno. Yo, en cambio, soy su amigo. Hablábamos desde posiciones distintas."

-¿Es posible un gobierno de Cristina y Néstor Kirchner al mismo tiempo?

-No se puede analizar a Cristina y a Néstor con el sistema normal del análisis político. No se puede hacerlo como si lideraran dos corrientes políticas distintas. Y no se puede hacer eso por el dato más obvio pero, quizá, menos advertido de la realidad: son un matrimonio y, además, un matrimonio que se lleva bien.

Lo empiezan a apurar. Es hora de prepararse para ir por última vez a la Casa de Gobierno. La Presidenta lo llamó, lo invitó y le pidió que no faltara a la asunción de su sucesor. "Espero que entiendan que fue el gesto de un amigo. Me ratifico en ese gesto. No pido perdón ni le reclamo a la historia que me juzgue", se despide, aludiendo irónicamente a las palabras del vicepresidente cuando votó por la derrota del Gobierno.

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