Amargo campo de batalla
Los políticos pierden el tiempo hurgando en un título de licenciado supuestamente exhibido hace casi 20 años. Un juez se apresura a llamar a indagatoria, con la implícita amenaza del procesamiento, a un candidato adversario del Gobierno por una denuncia trivial por donde se la mire. La crispación y la frivolidad les abrieron paso a las minorías antisemitas, cuya aparición fue, en última instancia, lo más grave que pasó en los últimos días. Es probable que nadie esté moviendo las manos del antisemitismo, pero hay responsabilidades por el clima propicio que se creó. Hemos arribado al peor de los mundos: la desmesura se codea con lo trágico.
Ganadas por la insignificancia, la política y su circunstancia no son insignificantes. Corren los últimos días antes de las elecciones en el distrito más vistoso del país. La Capital ha sido, además, el distrito histórico del presidente de la Nación, provenga éste de donde provenga. Las elecciones del próximo domingo pueden bosquejar también los ribetes de la futura oposición y hasta modificar la oferta opositora para las presidenciales de octubre. Los principales dirigentes políticos del país, empezando por el propio Kirchner, tienen algo que perder o que ganar en los comicios capitalinos.
La discusión ahora se encierra en la competencia por el segundo lugar, que habilitará la participación en el ballottage del 24 de junio. Ya nadie discute, ni siquiera los milagreros encuestadores del oficialismo (que todo lo pueden), el triunfo de Mauricio Macri en la primera vuelta. La única incógnita se refiere a si la diferencia con el segundo estará por debajo o por arriba de los 10 puntos. Macri ha cosechado, sin quererlo, de la desesperación del oficialismo por entrar en la segunda vuelta. El enemigo ahora es Telerman; ya le llegará la hora a Macri si Kirchner conservara la posibilidad de un triunfo en la segunda ronda.
El juez federal Jorge Ballesteros sabe sobrevivir en el poder desde que el menemismo le permitió administrar justicia. Tiene el fino olfato político de esa estirpe de jueces que creció a la sombra de Menem y luego lo metió preso a Menem. El mismo día en que un aviso publicitario del oficialista Frente para la Victoria trataba de mentiroso a Telerman, por haber exhibido un título de licenciado que no tenía, Ballesteros lo citó a declaración indagatoria al jefe del gobierno por ese mismo pecado. El aviso publicitario, que cubrió una página entera de los principales diarios, fue gestionado directamente por funcionarios de la Presidencia de la Nación.
Ballesteros tiene la ilusión de ascender a camarista. ¿Necesitaba que alguien le dijera lo que tenía que hacer para alimentar su ambición? Haya habido o no intermediación oficial, el juez no precisaba que le marcaran el camino; lo conoce.
Es la consecuencia de una vieja advertencia: el Consejo de la Magistratura está en manos de una mayoría del oficialismo que puede tejer y destejer dentro de la Justicia. Yo nunca hubiera tomado esa decisión como juez , señaló, con pedido de anonimato, un miembro de la Corte Suprema. Puede ser que Ballesteros haya ido demasiado rápido en auxilio del poder: ¿quién lo nombraría camarista después de semejante sobreactuación?
Las campañas electorales son duras, pero ninguna ha sido tan agresiva como la que está sucediendo en la Capital. El único antecedente parecido es el que afectó a Enrique Olivera en octubre de 2005. No tenía cuentas en el exterior, pero atravesó una elección con la falsa denuncia del oficialismo de que tenía dinero en bancos del exterior. El kirchnerismo mata o muere por un manojo de votos.
Por eso, el conflicto actual supera a Telerman y a su destino. Una pregunta crucial se impone por sobre todo: ¿en medio de qué valores anhela vivir la sociedad argentina?
Kirchner no quiere quedar fuera de juego en la primera vuelta. Su candidato, Daniel Filmus, ya ha hecho el milagro de dejar atrás el escaso 4 por ciento de intención de voto que celebró el inicio de su candidatura. Está peleando con Telerman, cuerpo a cuerpo, el segundo lugar para disputar el ballottage con Macri. Kirchner acepta ahora que se conformaría con la incorporación de Filmus a la segunda ronda. ¿Es cierto? Improbable. Ahora es el turno de Telerman; la carnicería tendrá después tres semanas para trozar y destrozar a Macri.
Una disputa final entre Macri y Telerman es un escenario peligroso para el Presidente. Una victoria aplastante de Macri podría convertirlo en el futuro jefe de la oposición. Un eventual triunfo de Telerman llevaría a Elisa Carrió, en cambio, al liderazgo opositor y potenciaría su candidatura presidencial. Telerman es todavía una figura muy porteña, aunque muchos líderes peronistas del interior rezan en estos días para que un peronista (y Telerman lo es) le ponga un límite a la hegemonía presidencial.
López Murphy ha conservado una prudente distancia de Macri; aquél no se concibe participando de actos de campaña sin hablar de Kirchner y de los conflictos nacionales. Macri no le permite hacer eso. Un fortalecimiento de Carrió, por lo tanto, podría dejar cerca de ella a López Murphy. Los dos no aceptan esa posibilidad ahora, pero la política es demasiado vertiginosa en la Argentina. Roberto Lavagna prefirió no tener candidato propio en la Capital; la batalla del próximo domingo lo sorprenderá, por lo tanto, como simple observador.
Así las cosas, ni la provincia de Buenos Aires ni Santa Fe ni Córdoba (los otros tres grandes distritos del país) están en condiciones esta vez de organizar, como lo está la Capital, el panorama de la oposición. Por lo demás, sólo la Capital y Santa Fe, entre los cuatro distritos más importantes, estarían en condiciones de darles la victoria a candidatos no oficialistas.
La última semana en la Capital no es una semana cualquiera. Muchos porteños deciden o cambian de candidato en las vísperas de las elecciones. Conservando algunos principios esenciales, la mayoría de los porteños han sido los primeros argentinos en alejarse de los partidos y de las ideologías. Son inútiles, entonces, las sumas y restas entre derechas e izquierdas que suelen hacer los dirigentes del Gobierno.
Los porteños desconciertan a la sociología. Un porcentaje importante del barrio de Belgrano, donde vive la clase media alta, tiene dos fascinaciones simultáneas: Carrió y Macri. Una encuestadora se cayó de espaldas cuando escuchó las preferencias de una mujer encuestada: Macri y Aníbal Ibarra. ¿Qué tienen que ver uno con el otro? Nada. La sofisticada Capital vota sólo personas, no ideologías ni partidos, después de la colosal crisis de principios de siglo.
En un distrito con tantos problemas para vivir, el electorado se da el lujo, además, de votar contra cualquier poder. Telerman fue víctima en los últimos días de los trastornos de los ciudadanos más que de la agresividad de la campaña. ¿De quién es la responsabilidad del conflicto en los subterráneos? Del gobierno nacional. No importa. Lo mismo sucede con el crecimiento exponencial del delito en la Capital, que todos silencian.
Extraña época, que ve a la Justicia metida en la campaña electoral y a los políticos discutiendo cosas que a nadie le importan.
Kirchner, Carrió y hasta López Murphy danzarán durante las horas que vienen en el combate de la Capital. Una oposición oxigenada sería una mala noticia para el Presidente.
Inoportuna, sobre todo. Los encuestadores alejados del Gobierno comienzan a ver que se mueven dos curvas significativas en el ánimo social: disminuye la confianza en la bonanza de la economía (por efecto de la inflación y de cierta retracción económica) y aumenta la sensación colectiva de que existe corrupción entre funcionarios. Esa mezcla podría ser, con el tiempo, más ruinosa que las actuales extravagancias del juez Ballesteros.
Por Joaquín Morales Solá
Para LA NACION