Entrevista:O Estado inteligente

domingo, novembro 18, 2007

Kirchner: "El rey es el mejor político de España"

Por Joaquín Morales Solá

No habla de Chávez. Nunca habla de él. Sin embargo, en un encuentro en una esquina fortuita del palacio, Néstor Kirchner lanza una frase definitiva: El rey Juan Carlos es el mejor político de España y uno de los mejores políticos del mundo . El Presidente no estuvo en la reunión de Santiago de Chile en el momento del famoso encontronazo entre el monarca y el caudillo de Caracas. Venía ya más afuera que adentro del recinto de la cumbre, un poco cansado de la retórica política del Caribe y de Centroamérica. Algo es evidente: Kirchner y su esposa, quizá más Cristina que él, le huyen a cualquier distancia con el monarca español.

Kirchner es un político que prefiere, en el acierto o en el error, hablar de problemas que toca o que le tocan; le parece una pérdida de tiempo la discusión sobre las ideas que ya reinaron y ya perecieron. Por eso, en esas reuniones, donde no tiene más remedio que estar, prefiere escabullirse con frecuencia y colgarse del teléfono parloteando con Buenos Aires. Lo aburren sobremanera las discusiones ideológicas que parecen patrullas extraviadas de la guerra fría. Me gustaría hablar de las cosas concretas de ahora. Les dije a algunos que hagamos un seminario especial para hablar de ideologías, pero que no gastemos estas cumbres en esa clase de debates , propuso sin muchas esperanzas.

Chávez. Kirchner se llama a silencio. El presidente Lula pidió que no lo atacaran tanto al presidente venezolano. Pero el brasileño tenía la necesidad política de hacer un gesto: Petrobras acababa de anunciar que se retiraba del Gasoducto del Sur. No habrá, por lo tanto, la célebre cañería que iba a unir Caracas con Buenos Aires. Brasil y Venezuela comparten frontera, además, y esa es una cuestión de política interior para cualquier gobierno brasileño.

Kirchner cierra la boca. Sólo queda la murmuración de los cortesanos cuando el Presidente se ha ido. ¿Qué justifica el plebiscito de Chávez? , pregunta uno de ellos. ¿Para que más tiempo de poder que los 16 años que tiene asegurados con las cosas como están? ¿Para qué correr el riesgo de una derrota? , murmuran esos lugartenientes, tras las huellas del tranco presidencial. Chávez tiene una legitimidad democrática de origen, pero ha perdido la legitimidad democrática de ejercicio. Ese es su problema. América latina no puede darse el lujo de seguir la estela política que deja el autoritario líder de Caracas.

Volvamos a Kirchner. Llevaba una corbata inglesa celeste con diminutas imágenes de Eva Perón. ¿Ahora se ha vuelto peronista? , interroga el periodista. Nunca dejé de ser peronista , responde, rápido y categórico. Réplica: Se lo escuchó hablar mucho de que quiere liderar una corriente progresista . Otra respuesta urgente: Incluye al peronismo, incluye al peronismo .

Kirchner es, en efecto, un peronista de cabo a rabo. Y la presidenta electa no le va a la saga. La relación con cuatro países del norte occidental les preocupa a los dos: Estados Unidos, Alemania, Francia y España. En el Sur, Brasil, la primera prioridad de Cristina Kirchner, y Chile. Héctor Timerman será el embajador en Washington; es amigo de Cristina más que de Néstor Kirchner. El ex canciller Rafael Bielsa, que renunció a su banca de diputado tras una derrota digna en Santa Fe, iría a Berlín si resolviera un problema familiar. Carlos Bettini, otro incondicional de la presidenta electa, se quedará en Madrid, por ahora.

Felipe Solá no irá a Francia, pero podría tener otro destino en la política local, que es su leal saber y entender. El Presidente le debe al gobernador un acto político decisivo cuando cortó los alambres del duhaldismo en la provincia de Buenos Aires para que ingresara, furtivo, el kirchnerismo.

El peronismo de Kirchner se nota hasta en las cosas del futuro gobierno en las que se ha reservado influencia. Los recursos presupuestarios en manos de Julio De Vido, y las armas y la información de la Policía Federal bajo control de su devoto Aníbal Fernández, que será también ministro de Justicia. El mensaje institucional no fue bueno: no se puede compartir las tertulias con los jueces, la policía y los rateros. Hay -o debería haber- categorías distintas para cada uno de ellos.

El actual ministro del Interior es un hombre duro, que viene del duro conurbano bonaerense, y es difícil imaginarlo en un diálogo sutil, por ejemplo, con la esquiva jueza Carmen Argibay, que por lo general no les atiende el teléfono ni a los funcionarios más elegantes. Pero Aníbal Fernández no estará ahí para dialogar con Argibay, sino para atormentarlo a Mauricio Macri con una negociación de tramposos por el traspaso de la policía a la Capital. Ese traspaso será lento, arduo y largo. Esa fue la señal más clara de la designación de Aníbal Fernández.

De Vido debería tomar nota de un pronóstico y cuidar a los capataces de su inmenso huerto: Cristina Kirchner nunca pondrá su pecho para defender un eventual nuevo caso Skanska. Sea lo que fuere que haya sido el escándalo pasado, lo cierto es que uno nuevo se lo llevaría del poder al ministro de Planificación. Néstor Kirchner estuvo siempre al frente de gobiernos y está acostumbrado a los tiroteos, justos o injustos, de la lucha política. La presidenta electa nunca fue rozada por denuncias ni acusaciones en su larga carrera parlamentaria. No inaugurará ahora, al menos con serena resignación, esa costumbre.

Alberto Fernández tiene más fácil acceso a la presidenta electa que De Vido y ésa es también una situación que cambiará para el ministro que controla la saturada infraestructura argentina. Hasta ahora, los dos ingresan con el mismo garbo en el principal despacho de la política. El jefe de Gabinete se quejó porque los periodistas le preguntan ahora por los secretarios de Estado cuando antes le preguntaban por los ministros. En rigor, le preguntan por dos secretarios: Guillermo Moreno y Ricardo Jaime, los más polémicos, aunque por razones distintas.

El Presidente suele decir que los periodistas tienen una percepción peor de los ministros y de los secretarios que la propia sociedad. Sólo el 20 por ciento de la sociedad rechaza a De Vido según Zuleta Puceiro , desliza Kirchner. Su inacabable problema consiste en que los periodistas deben cumplir con su deber y él quiere que estén pendientes de las encuestas. ¿Alberto Fernández o De Vido deberían ser buenos funcionarios sólo porque las encuestas no los castigan demasiado? El periodismo perdería así cualquier razón de ser.

Pero, ¿qué será de Moreno y de Jaime? Pregúntenle a la presidenta electa. Yo le doy mi opinión, pero muchas veces ella decide hacer lo contrario , responde Kirchner. Hay algo ahí de actuación de la modestia. La única conclusión posible es que los dos secretarios siguen en terapia intensiva; tienen tantas posibilidades de vivir como de morir.

Martín Lousteau ha dicho, antes de recibir la encomienda de ministro, que la economía argentina debería crecer por un largo período al ritmo del 5 por ciento anual para evitar la tentación de la inflación. Habrá que desacelerar, entonces. Kirchner está de acuerdo. Había que reconstruir primero el PBI para poder crecer después a tasas del 5 por ciento anual durante muchos años, coincide.

Kirchner se va. Se entusiasma ya con las oficinas que ocupará en Puerto Madero, cuando lo haya abandonado el decorado del poder, el vistoso ritual que tapiza a los presidentes.


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