Entrevista:O Estado inteligente

domingo, novembro 18, 2007

El apogeo de la "república" kirchnerista

por Mariano Grondona

Hace veinte días, vencieron en las elecciones. Dentro de veinte días, se traspasarán el mando. Los Kirchner viven su apogeo. Pero no hay dos apogeos idénticos. ¿Cómo será, cuánto durará, el apogeo de los Kirchner?

Apó , en griego, significa "lejos de". Ge o gea significa "Tierra". Literalmente, apogeo quiere decir "lejos de la Tierra". Según el Diccionario etimológico indoeuropeo de la lengua española , la palabra "apogeo" empezó por aludir al punto en que la Luna, en el curso de su órbita, se halla a mayor distancia de la Tierra. Proyectándose más allá de esta versión astronómica, "apogeo" pasó a significar según este Diccionario algo mucho más amplio: "lo sumo de la grandeza y de la perfección en el poder de alguien" o, como dice otro diccionario, el de la Lengua Española, "el punto culminante de un proceso".

La palabra "apogeo" se nos presenta, por lo visto, no ya como un proceso potencialmente interminable, sino como su punto culminante, un punto al que ha precedido el crecimiento que a él apuntaba y al que seguirá tarde o temprano el "después" de la rutina o la decadencia.

Los beneficiarios de los apogeos querrían prolongarlos indefinidamente. El Evangelio cuenta que, cuando Cristo se transfiguró delante de sus apóstoles, dejándolos entrever su divinidad, Pedro, el más brioso entre ellos, propuso levantar una tienda que les permitiera prolongar para siempre ese momento extraordinario.

Pero ya lo dijo Borges en un famoso verso: "Los astros y los hombres giran cíclicamente". Con su apogeo y su declinación, los ciclos nos envuelven. ¿Qué debe hacer entonces el gobernante prudente en medio de su apogeo? Manejarlo a sabiendas de que la pretensión de despojarlo de su carácter cíclico sería irrazonable. Todo lo que puede hacer el beneficiario de un apogeo es administrarlo sabiamente para, cuando llegue la hora, conducirlo suavemente hacia el lugar donde lo esperan sus sucesores. Este es el espíritu de las repúblicas, las únicas que pueden ser inmortales cuando el poder entre los mortales que sucesivamente las representan se transmite una y otra vez en forma indolora. Sólo así ha sido posible que subsistieran por siglos la república romana o la república norteamericana.

¿Más de lo mismo?

También entre nosotros hubo una república, sino inmortal, al menos longeva: la que se fundó con la Constitución de 1853 y duró hasta 1930, el año fatídico del golpe militar que la interrumpiría. Fueron 80 años no sólo de continuidad sobre la base de que ningún presidente pretendió en ella la reelección consecutiva, sino también de una inigualada prosperidad que nos hizo pasar de la pobreza y el desierto a un ingreso por habitante sólo superado por seis naciones del planeta.

El general Roca, que fue el símbolo más notorio de ese proceso extraordinario, legó a sus familiares tres estancias: La Larga, La Paz y La Argentina. "La larga paz argentina." Era el nombre mismo de una república próspera, casi centenaria, que nunca confundió "continuismo" con "continuidad".

Antes de este florecimiento hubo caudillos y guerras civiles. Después, golpes militares y otra vez caudillos. Quizá con la ilusión de remediar la inestabilidad que había interrumpido nuestro progreso casi centenario, surgió entonces un espíritu antirrepublicano. En 1949, Perón modificó la Constitución para inaugurar el fallido ensayo de las presidencias vitalicias. Tímidamente con Alfonsín, abiertamente después con Menem, el espíritu reeleccionista nos invadió desde el retorno de la democracia en 1983. Era la ilusión, una y otra vez frustrada, de los apogeos interminables. ¿Padecen los Kirchner de esta misma enfermedad eminentemente "bolivariana", no "sanmartiniana", de esperar de figuras extraordinarias lo que sólo nos pudo dar la normalidad de las instituciones republicanas?

Contradiciendo el eslogan de campaña que proclamaba que "el cambio recién empieza", el kirchnerismo acaba de anunciar el gabinete que acompañará a la presidenta a partir del 10 de diciembre. La permanencia en él de figuras tan controvertidas como Julio De Vido y ambos Fernández ha llevado a algunos críticos a afirmar que sólo tendremos, por lo visto, "más de lo mismo".

Pero más de lo mismo no equivale a lo mismo . Indica, al contrario, una reincidencia. Ante las críticas que rodeaban a figuras polémicas como Guillermo Moreno o incompetentes en la lucha contra la inseguridad como Aníbal Fernández, que ellos permanezcan significa que, pese a las críticas y las moderadas expectativas de renovación que los rodeaban, los Kirchner "doblan la apuesta". "Más de lo mismo" es porfiar contra las advertencias. Es tratar de ganar una pulseada en vez de abrir un debate. Es empecinarse a pesar de las refutaciones. Es golpear por segunda vez a los opositores, ya se llamen Macri o Carrió, a quien se le aplica el mismo método que afectó en su momento a Enrique Olivera: acusar de corruptos a los denunciantes. Es mantener alejado al cardenal Bergoglio durante la visita a la Argentina del cardenal Bertone, el segundo de la Iglesia. Es avivar el rencor contra el campo, abrumándolo con nuevas retenciones que tampoco llegan a las provincias donde están los campos. "Más de lo mismo" es anular de entrada el diálogo prometido, que sólo es fecundo cuando reúne alrededor de una mesa a los que no piensan lo mismo.

Si se admiten correcciones a la fórmula que trajo la victoria del 28 de octubre, se lo hace en silencio; por ejemplo, al abandonar a su suerte a un ministro polémico como Ginés González García. Doblar la apuesta es, en suma, aspirar a la duración indefinida del apogeo contra todos los consejos bienintencionados a los que se percibe como intentos solapados de torcerle el brazo al poder.

Poder y gobierno

En el intento de prolongar sin término el apogeo, los Kirchner han acuñado una fórmula para administrar su propia convivencia: la distinción entre el gobierno y el poder . El gobierno es mudable: le tocó cuatro años a Néstor, le tocará otros cuatro años a Cristina y a cualquiera de ellos en 2011. El poder, que es inmutable, pertenece a la pareja.

Esta fórmula tiene un cierto parecido con la que se forjó en 1973 cuando se decía "Cámpora al gobierno, Perón al poder", con la diferencia crucial de que, en tanto que Cámpora y Perón se desconfiaban entre ellos, la armonía de Néstor y Cristina es la clave del sistema que entre ambos construyeron.

Quizá más adelante la diferencia entre el poder y el gobierno se traslade a otros gobiernos aparentemente ajenos a la pareja presidencial, como ocurrió durante 70 años con los presidentes mexicanos, que duraban sólo seis años mientras el todopoderoso PRI los cobijaba hasta que la república irrumpió, con Fox, para quedarse. Esta ha sido la aspiración nunca lograda por los militares que tuvieron el poder a través de diversos gobiernos por 53 años, de 1930 a 1983, y es el autoritarismo residual que aún subsiste hoy entre nosotros, en nuestra alicaída república. Una aspiración que, mientras no nos abandone definitivamente, seguirá postergando la restauración de la larga república que alguna vez fuimos y que alguna vez tendremos que volver a ser.

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