El contrato entre Néstor y Cristina Kirchner
Nestor Kirchner jugó al fútbol en Olivos con el arte de los chambones cuando caía la tarde del viernes. El momento más sustancial de esas horas no fue el juego torpe y desmañado, sino las conversaciones que se sucedieron con su equipo más íntimo de colaboradores. Cristina Kirchner mereció, concluyeron, un momento mejor para el lanzamiento de su candidatura. Mejor, al menos, que una circunstancia poblada de jueces que les formulan reclamos a funcionarios kirchneristas por supuestos hechos de corrupción y por noticias que dan cuenta de la escasez energética y de sus consecuencias en la economía, ya palpables.
Cristina es Cristina. Su discurso inaugural fue, en la sustancia, más peronista que cualquiera que haya dicho su esposo. Como el Perón joven, sólo está dispuesta a compartir el poder, relativamente, con sindicatos y empresarios. Ni una palabra dedicó al necesario debate con sus opositores ni a los más necesarios acuerdos con ellos, y tampoco mencionó la propia concertación que ideó el Presidente para sumar aliados con poder. Silencio. Hasta en los modos que usó para pronunciar sus palabras se nota que está dispuesta a ejercer el poder como sólo los Kirchner saben hacerlo. Implacables, sin falsas apariencias.
¿Por qué debía dedicarle un párrafo a su trato con la oposición, no ahora sino durante una eventual presidencia suya? La senadora razona -y a veces no lo hace mal- cuando alude a la convivencia entre ideas distintas en un sistema democrático. La teoría choca en ella con la práctica: nunca tuvo paciencia con los que cultivan otros pensamientos. En el reciente acto en recordación por el criminal e impune atentado contra la AMIA se cruzó con Gabriela Michetti; la saludó con maneras muy frías, casi de espaldas. Ni el género puede borrar en la senadora la estricta frontera que levantó entre nosotros y ellos .
La presidencia no es un trono y, por lo tanto, no existirá un gobierno que se haga cargo de los problemas mientras la presidenta reina. La eventual futura presidenta deberá poner sobre sus espaldas los conflictos de la nación política. Si ella ganara en octubre (todo es condicional frente a una elección), habrá decisiones antipáticas que deberá tomar su esposo o que le legará a ella. ¿Quién lo hará? Las respuestas remolonean en la cima. Se resisten a darlas, prefieren rodear o esquivar la pregunta. Al final, algo dicen: será Néstor Kirchner, en el interregno entre octubre y diciembre, quien creará un nuevo esquema, por ejemplo, de tarifas de servicios públicos. Serán precios selectivos y los aumentos serán escalonados, pero el nuevo diseño lo firmará el actual presidente.
El problema esencial de la Argentina no es la falta de energía, sino la falta de inversión en energía. Dos son las condiciones que necesita la inversión: precios cercanos a los que se pagan en el vecindario latinoamericano y seguridad jurídica. Seguridad jurídica significa no cambiar las reglas del juego de acuerdo con la última encuesta, que es lo que Kirchner ha hecho muchas veces.
Otro problema que el canciller Jorge Taiana se propuso concluir en el actual mandato es el ya insoportable conflicto con Uruguay por la papelera Botnia. El boceto del canciller no encuentra tiempo ni márgenes políticos. Sólo lo ayuda la propuesta del gobierno español, que quisiera terminar con un acuerdo para la cumbre iberoamericana que se hará en noviembre, en Chile; allí estará el rey Juan Carlos.
Un problema no resuelto es que el gobierno argentino no puede convencer a los asambleístas de Gualeguaychú de que la política decidida mediante asambleas fracasó hace siglos en la historia de la humanidad. Menos aún les puede inculcar el principio de que siempre los intereses de la Nación son superiores a los intereses sectoriales.
Para peor, al gobierno argentino le escasean los argumentos. Un alto funcionario nacional se quedó sin palabras cuando en La Haya y en Montevideo le preguntaron qué perjuicios objetivos había provocado a la industria turística de Gualeguaychú la instalación de la fábrica en Uruguay. Si hablaba, debía decir la verdad: la afluencia turística a Gualeguaychú fue récord durante este año y la chimenea de Botnia se convirtió en una parte de la atracción para los turistas.
Con todo, deben existir las definitivas garantías medioambientales para Gualeguaychú, como también debe preservarse la histórica relación estratégica entre la Argentina y Uruguay. El problema eventualmente caerá sobre los hombros de Cristina. Por eso, es poco factible, aunque no descartable, que Taiana vaya como candidato a vicegobernador de Daniel Scioli en la provincia de Buenos Aires. Sería un desperdicio , dijeron al lado del Presidente. Taiana, de excelente relación con la senadora y candidata, podría lucirse más como canciller con una jefa de Estado entusiasmada por la política exterior. Esa es una diferencia fundamental entre Néstor y Cristina: a ella le gustan el escenario internacional y sus protagonistas, mientras que al Presidente lo aburren las dos cosas.
El candidato a vicegobernador querido por Scioli, que tiene derecho a veto por sus índices de popularidad superiores a los de Cristina, es el senador José Pampuro. Pampuro es el presidente provisional del Senado y los oficialistas suponen que Cristina Kirchner no estará en el Senado en el próximo período, sino en la presidencia. El vicepresidente será un radical y los Kirchner no le confiarán nunca los resortes institucionales a un simple aliado. El Senado debería estar bajo control de Pampuro , dijeron los que oyen a Kirchner.
Otros dos hombres se incorporarían al elenco ejecutivo. Uno sería el actual embajador argentino en Madrid, Carlos Bettini, amigo de Cristina desde la infancia en La Plata y hacedor de milagros: logró que el rey Juan Carlos rompiera su descanso anual para recibir a la primera dama argentina. El segundo sería el actual senador santacruceño Nicolás Fernández, un incondicional del cristinismo, tal vez como ministro del Interior o de Planificación.
De todos modos, el único cargo que la senadora ya ofreció fue a Alberto Fernández; le pidió que continúe como jefe de Gabinete en una administración suya. A pesar del rumor de la una mala relación entre ellas, Alicia Kirchner no se iría del gabinete nacional, salvo que optara por la candidatura a la gobernación de Santa Cruz. Se irá, sí, Julio De Vido, pero más por el desgaste de su figura en los últimos tiempos que por los presuntos problemas personales con la senadora.
El problema de fondo no son esos hombres y mujeres. El matrimonio presidencial deberá elaborar un contrato de convivencia en el poder o lo aguardará el conflicto. Kirchner está acostumbrado a mandar, y de manera casi brutal, desde hace 20 años. Nadie lo imagina sentado en Olivos, mirando televisión o jugando con la computadora, a la espera de que arribe el helicóptero presidencial con su esposa para comer en familia.
Kirchner está dispuesto a hacerse cargo de los intendentes del conurbano, de los duros dirigentes sindicales y de los más duros piqueteros que rodean al kirchnerismo. Cristina los quiere lejos a todos ellos, pero ellos son necesarios para la estructura de poder que creó el kirchnerismo.
En medio del peor escenario electoral que les tocó a los Kirchner en los días que corren, todavía les falta resolver, además, los menesteres de una historia que no se ha escrito aún.