La pelea de fondo es entre Macri y los Kirchners
Un dato vino a agitar las aguas de la elección presidencial: tanto los encuestadores que trabajan para los Kirchners como los que trabajan para Macri coinciden en que éste, y ningún otro, se acerca hasta casi igualarla a Cristina Kirchner en la intención de voto. El dato, en sí halagüeño, pone, sin embargo, a Macri frente a un agudo dilema: presentarse o no presentarse como candidato presidencial en las elecciones del 28 de octubre.
Antes de tomar una decisión, y más si ésta es crucial, so-pesamos , es decir, ponemos en una imaginaria balanza las alternativas que tenemos por delante para medir su peso relativo. En estos momentos, Macri debe sopesar los beneficios y los costos que tendrían para él y su espacio, de un lado, la decisión de mantenerse como hasta ahora en camino hacia la jefatura de gobierno de la Capital y, del otro, la decisión de presentarse a la elección presidencial de octubre.
Lo natural sería, para Macri, mantener la proa en dirección de la Capital. Esta decisión tendría la ventaja de que, al tomarla, el gobernante electo estaría cumpliendo rigurosamente con su palabra. Y decimos que este camino sería "natural" porque mantendría la hoja de ruta que el líder de Pro se trazó cuando resolvió presentarse en la Capital. Si la vida del político debe seguir el "curso de los honores", como querían los romanos, a partir del 10 de diciembre Macri tendría la oportunidad de poner a prueba la mejor de sus condiciones, que es la de ser un buen administrador. Esta condición, una vez demostrada entre 2007 y 2011, lo proyectaría necesariamente como un candidato con grandes posibilidades para las elecciones presidenciales de 2011.
Todos sabemos, por otra parte, que, de acceder a la presidencia, Cristina Kirchner debería cargar en el próximo cuatrienio con la pesada herencia de su marido en materias como nuestro aislamiento internacional, la alta inflación -con su amenaza al índice de pobreza- y un descenso significativo de la tasa de crecimiento económico en función de la falta de inversiones, sobre todo en el campo energético, resultante del populismo que reinó entre 2003 y 2007. La dura reunión que mantuvo Cristina con los empresarios españoles esta semana, en cuyo transcurso trató de contener como pudo el reclamo por las tarifas que congeló su marido hace cuatro años, muestran que de ahora en adelante la impaciencia de España con la Argentina de los Kirchners irá en aumento.
Los que se inclinan por la alternativa contraria hacen notar, empero, que el "curso de los honores" de Macri en la Capital no será un lecho de rosas. Ya se ha visto que Kirchner demora y resiste la idea de traspasarle el manejo de la policía y, sobre todo, de los ingentes fondos que el traspaso requeriría. Esta hipótesis de la resistencia kirchnerista a la administración de Macri en la Capital -un distrito tironeado entre tres jurisdicciones, la nacional, la bonaerense y la metropolitana, la única de las cuales tendría bajo su control directo el líder del Pro- no sólo se basa en lo que hemos visto hasta ahora sino también en el hecho de que los Kirchner vens en Macri a su adversario principal de aquí a 2011, año en el que la ambición de la pareja que está en el poder difícilmente se calme.
La "diarquía"
Pero si Macri se presentara en las elecciones presidenciales de octubre, hacen notar por su parte los que alientan el "curso de los honores", arriesgaría perderlas, quedando a partir de ahí neutralizado no sólo por esta derrota eventual, sino también porque, para alcanzar este objetivo incierto, habría sacrificado al menos en parte su credibilidad. En tal caso, la alternativa de un Macri por ahora "metropolitano" instalado en el curso de los honores podría complementarse con su apoyo a candidatos afines tanto en el ámbito bonaerense como en el ámbito nacional. La nación, la capital y la provincia de Buenos Aires, ¿no forman al fin y al cabo nuestra trilogía territorial de poder?
Estas conjeturas se fundan a su vez en dos premisas que, hasta que se demuestre lo contrario, podrían orientarnos. La primera es que desde 2003 no nos gobierna un individuo sino una pareja. La segunda es que la intención de esta pareja es mantenerse indefinidamente en el poder.
No es fácil hallar en la historia el caso de una "pareja de poder". Lo normal ha sido que gobiernen individuos. Habría que viajar quizás hasta la lejana Esparta para encontrar algo parecido, aunque no idéntico, a la ambición de los Kirchners. Cuando un individuo concentró el poder por tiempo ilimitado, habitualmente se lo llamó "monarca" (del griego mon , "uno", y arché , "poder"). Licurgo, el legendario fundador de las instituciones de esa Esparta que rivalizó con Atenas por la primacía en el mundo griego, imaginó, en cambio, una diarquía en función de la cual los reyes eran dos. La diferencia, aquí, es que, en tanto los miembros de la diarquía espartana pertenecían a dos familias diferentes, lo cual, como los dos cónsules de la República Romana, "dividía" el poder, en nuestro caso los "diarcas" son marido y mujer. De aquí que el kirchnerismo haya exaltado el día 26 el nuevo aniversario de la muerte de Evita, la "diarca" que no pudo ser.
A partir de la candidatura de Cristina consensuada con su marido, salió a la luz que a la Argentina la gobierna desde 2003 una diarquía familiar. Si en esto se diferencia la Argentina de los Kirchners de la Esparta de Licurgo, hay que volver a acercarlas la una a la otra en cuanto nuestra diarquía, como la espartana, contiene una intención vitalicia. ¿De qué otra manera definir sino a los Kirchners? Si Cristina ganara la presidencia por decisión de ambos, el traspaso de la presidencia de uno al otro podría repetirse en 2011 en beneficio de cualquiera de los dos porque así podrían sortear entre ambos el principio no reeleccionista consagrado en nuestra Constitución.
Los Kirchners, ¿vinieron entonces con la intención de quedarse sin plazos en el poder, burlando a través del nepotismo la prohibición constitucional de las reelecciones consecutivas? Si esto fuera así, querría decir que, así como en 2007 ella intentará sucederlo a él, en 2011 ambos acariciarían la opción de continuar en el poder ya sea mediante la reelección de Cristina o mediante el regreso de Néstor, y así sucesivamente. Esta perspectiva, que podría extenderse no sólo hasta 2011 sino aún más allá, es la que convierte a Macri en el adversario principal de los Kirchners no sólo este año sino también en el curso de los próximos cuatro años. El poder no se juega entonces sólo en 2007. También se jugará, con mayor intensidad si cabe, en 2011 porque, para los Kirchners, el poder es, por lo pronto, un bien ganancial.
Macri por dos
Estas observaciones permiten refinar un poco más las opciones que Macri está sopesando hoy. Una, tajante y peligrosa, es el asalto al poder presidencial en 2007. La otra, gradualista, es la retención del gobierno metropolitano en 2007 sin mengua de una presencia indirecta a través de candidatos afines tanto en la provincia de Buenos Aires como en la elección presidencial de octubre, en preparación de la gran batalla por el poder que transcurrirá entre 2007 y 2011, el período en el cual la pelea de fondo entre Macri y los Kirchners buscará su desenlace.