Comparaciones entre Cristina y su marido
Un español influyente e irreverente dijo que lo que el gobierno de Kirchner mandó a España era mejor que lo que quedó en Buenos Aires. El dirigente prefiere a Cristina en lugar de Néstor si se trata de elegir entre los Kirchners. Es una síntesis, quizá rápida y arbitraria, que Kirchner detestará. El Presidente, que no pierde nunca esta clase de oportunidades, le dio la razón en el acto al opinante. Su esposa acababa de poner los pies en la Argentina cuando Kirchner zamarreó otra vez a los empresarios españoles.
Hasta el gobierno de Rodríguez Zapatero quisiera dejar de hablar de tarifas y de empresas. La relación política, cultural y social entre los dos países es demasiado rica como para mirar siempre la misma esfera de cosas. Kirchner no hace nada, o hace muy poco, para cambiar ese espacio. Sin embargo, no se trata sólo de los empresarios españoles.
Kirchner se dejó llevar, tal vez, por la dura conversación que la senadora tuvo con un banquero en un encuentro con la crema y nata del empresariado español. Se trató de una excepción a la que la propia central de los empresarios le restó importancia en un documento que hizo público dos días después. En rigor, lo que más molestó a la conducción empresarial fue la mala manera, hasta con dejos sexistas, que usó aquel banquero para plantear sus preguntas. ¿Esas ideas son suyas o de su marido? , le espetó. Menos mal que tenía enfrente a Cristina y no a Néstor Kirchner.
La aclaración de los empresarios no significa que los problemas han desaparecido. Pero hubo un cambio en el discurso. Cristina Kirchner se manifestó dispuesta, al revés de lo que ha hecho su esposo hasta ahora, a negociar la solución de los problemas y a fijar nuevas reglas de juego. El problema de las tarifas sufre, por ejemplo, una simplificación que lo deforma. No se trata sólo de los atrasos tarifarios, que existen, sino más bien de establecer un horizonte y una forma de actualizar los precios que esté por encima de la voluntad de una persona. Se trata de reescribir la relación entre las empresas y el Estado.
Guste o no, cualquier empresario, sea español, francés o norteamericano (y nativo también), necesita saber cuáles y cómo serán sus ingresos para decidir sus inversiones. Kirchner no lo ignora, pero prefiere esquivar las definiciones, las mismas que su esposa comenzó a bosquejar en Madrid. De ahí, entonces, aquella referencia de que era mejor lo que estaba en Madrid que lo quedó en Buenos Aires.
Cuando el mundo empresarial pondera la recuperación argentina, está haciendo un reconocimiento, pero está, también, pidiendo que se dé formalmente por concluido el período de crisis. La crisis significa siempre excepcionalidad y es en ese espacio donde Kirchner se ha movido hasta ahora. Concluida la crisis, debe concluir también la excepcionalidad para dar paso a la normalidad en las relaciones sociales y económicas. Kirchner se resiste. Su respuesta consiste siempre en que la Argentina está aún en el infierno. La crisis no ha terminado, por lo tanto. En esos términos, indirectos y oblicuos, se encierra el debate de fondo entre los inversores y el gobierno de Kirchner.
El atril es, definitivamente, un mal consejero del Presidente, porque lo convierte en un verdugo de más inocentes que culpables. Lo usó ahora para zapatear sobre los inversores justo cuando su esposa y candidata venía de hacer un esfuerzo por conquistarlos. Tampoco lo ayudó a su nuevo ministro de Economía, Miguel Peirano, quizás el primer ministro de Economía en mucho tiempo dispuesto a poner gran parte de su esfuerzo en la inversión. El ministro sabe que sin inversiones la inflación no podrá disimularse ni habrá crecimiento constante.
Nadie del Gobierno ha sido ajeno al tembladeral de los mercados de los últimos días, que significó, al fin y al cabo, una devaluación del peso encubierta por la crisis bursátil mundial. Fue la decisión justa en el momento oportuno, dijo una alta fuente oficial, que se confesó preocupada por la paulatina valuación del peso que venía observando. De todos modos, el valor del dólar no debería superar el rango de entre 3,15 y 3,18 pesos, subrayaron esos funcionarios.
Un aspecto de la economía -y de la inversión- que parece fuera de cualquier contención es el gremial. Una cosa son los pedidos salariales, tan legítimos como los reclamos tarifarios de los empresarios. La novedad es la inexplicable dosis de violencia que suele acompañar cualquier planteo sindical. Sucedió con la depredación de las oficinas de empresas pesqueras en el Sur, pero también hubo hechos de violencia por parte del gremio telefónico o de los taxistas, que acosan a la cadena de hoteles Sheraton porque ésta contrató una empresa de taxis que no le gusta al sindicato.
Los hoteles ya están a media luz por la crisis energética cuando empieza la noche; las líneas aéreas de cabotaje están sometidas también, a veces, a las decisiones de los gremios y, encima, sindicatos cercanos al Gobierno usan métodos violentos frente a los hoteles. El Gobierno rara vez hace algo, salvo los pedidos de auxilio que Kirchner le formula a Hugo Moyano. ¿Cuántos turistas está dispuesto a perder el país?
Si el rey Juan Carlos habló de algo concreto con Cristina Kirchner ese tema no fue el de las empresas y sus incertidumbres. El monarca tiene su nombre comprometido en un eventual acuerdo entre la Argentina y Uruguay por el conflicto de la papelera Botnia. Los tiempos se encogen para el jefe del Estado español. En noviembre, en la cumbre iberoamericana de Chile, se cumplirá un año desde que Kirchner le pidió una gestión al rey. Si no existiera entonces una vocación firme para el acuerdo, es probable que el popular monarca se despida con buenas formas de la gestión que aceptó con esperanzas que parecen frustrarse. Ningún político hecho y derecho, y el rey lo es, muere abrazado a una causa perdida.
Los plazos electorales argentinos también están a punto de vencerse. Faltan menos de 40 días para que concluya el período de inscripción de candidatos presidenciales. La oferta será, seguramente, la que hay ahora. Mauricio Macri recibe propuestas permanentes para presentarse en las presidenciales de octubre. No obstante, hay algo que terminará influyendo en él más que cualquier otra cosa: una eventual derrota en octubre podría parecerse demasiado a un suicidio político.
Las encuestas lo halagan, pero en el fondo lo que está en juego es la relación de su futuro gobierno porteño con la administración central. Si Kirchner decidiera negociar y ceder, el fantasma electoral de Macri desaparecería en el acto. La fórmula no es tan complicada.
Cristina deberá competir con los opositores que están ahora. La campaña electoral es también una campaña de seducción. En algunas cosas, ella no cambió en Madrid. ¿Qué razones había para segregar al periodismo argentino sólo porque es argentino? ¿Por qué los periodistas españoles entraban y los argentinos se quedaban detrás de las rejas que cubren los palacios y las embajadas? ¿Acaso no fue a España para que la miren aquí? Tampoco fue oportuna la figura de la mano crispada de Eva Perón como modelo propio.
Tras los vendavales de furia de la gran crisis, y de la posterior crispación permanente de los últimos cuatro años, la Argentina está necesitando una mano tendida, comprensiva y tolerante, más que un puño vanamente crispado.