La reelección indefinida y el nepotismo
Por Mariano Grondona
La renuncia de Néstor Kirchner al derecho de pretender la reelección y la adjudicación de ese derecho a Cristina Kirchner es, por insólito, un gesto difícil de calificar. Si lo suyo hubiera sido una simple "dimisión" sin condicionamientos, sólo diríamos que el Presidente renunció a la reelección. Pero al renunciar nominó a su esposa, con lo cual lo suyo se parece más a una abdicación , término que alude a la dimisión de un rey en favor de su heredero. Otra vez, sin embargo, "abdicación" no es un término plenamente satisfactorio porque, en tanto que los reyes que abdican no vuelven, Kirchner podría volver en 2011. De este modo, el matrimonio Kirchner queda a mitad de camino entre la república y la monarquía.
Nos cuesta darle un nombre preciso a lo que el Presidente acaba de hacer porque no hay memoria de gobernantes republicanos que hayan "abdicado." Alfonsín, en 1989, y De la Rúa, en 2001, simplemente renunciaron. El precedente más cercano a la decisión de Kirchner es el caso del gobernador de Santiago del Estero Carlos Juárez, quien "abdicó" en favor de su esposa, Nina, en 2002.
En lo que Kirchner no es insólito, porque sigue a su manera una tradición peronista, es en compartir la presidencia con su pareja. A este fenómeno podríamos darle el nombre de matrimonialismo . El diccionario llama "matrimonialista" al abogado que se especializa en cuestiones matrimoniales, pero podríamos extender esta expresión al hecho de que el peronismo ha considerado la presidencia, más de una vez, un bien ganancial.
Perón y Evita inauguraron esta tradición. El general promovió la candidatura de su mujer a la vicepresidencia, pero se opusieron sus camaradas militares. El matrimonialismo peronista continuó cuando Isabel Perón, que había sido consagrada vicepresidenta en 1973, sucedió a su marido al año siguiente, en ocasión de su muerte.
El matrimonialismo peronista es una expresión sui géneris del ascenso político de la mujer en nuestro tiempo. Antes, las mujeres de los presidentes eran simplemente "primeras damas", lo cual quería decir que, si tenían una fuerte influencia sobre sus maridos, la ejercían en la intimidad. Después vinieron mujeres que ya no ejercieron una influencia atada a su condición conyugal sino a sus propios méritos. De la inglesa Margaret Thatcher a la alemana Angela Merkel, pasando por la chilena Michelle Bachelet, las mujeres que no deben su posición a ser "señoras de" tienden a multiplicarse.
Las mujeres del matrimonialismo peronista están a mitad de camino entre estas dos categorías. De un lado, son "señoras de". Del otro lado, apuntan a la cima presidencial. A esta tercera categoría "mixta" pertenecen Hillary Clinton y Cristina Kirchner, con una diferencia: que en tanto que Hillary, que se inició como "señora de", quiere imponerse ahora por sus propios méritos porque su marido ya no ejerce el poder, Cristina pretende imponerse gracias a que su marido todavía está en el poder.
De la táctica
Aunque los observadores consideraban cada vez más probable que Kirchner ungiera finalmente a Cristina como su sucesora directa desde el momento en que empezó a usar la frase "será pingüino o pingüina", fueron sorprendidos por el momento que escogió para anunciar su decisión. Cuando las dificultades empezaron a llover sobre el Presidente con el doble impacto de la crisis energética y el amplio triunfo de Macri en la Capital, la primera presunción de los observadores fue que Kirchner demoraría todo lo posible en comunicar al país su opción entre el "pingüino" y la "pingüina". Y así fue como supusieron que la definición presidencial vendría lo más tarde posible, a fines de agosto, cuando vencieran los plazos legales.
Pero Kirchner sorprendió a los observadores cuando, en vez de demorar su anuncio, lo adelantó dos meses. El adelantamiento obedeció a un solo objetivo: recuperar cuanto antes el centro de la escena.
El poder político consiste, entre otras cosas, en definir la agenda. Cuando irrumpieron casi al unísono la crisis energética y la victoria opositora en la Capital, Macri pasó a ocupar el centro de la escena en lugar de Kirchner. Esto, para un presidente que siempre procuró retener la iniciativa de los comentarios y los titulares, resultó intolerable. Como consecuencia del adelantamiento de su anuncio, hoy ya no hablamos tanto de Mauricio como de Néstor y Cristina. Al menos por un tiempo, el Presidente ha recuperado la iniciativa.
a la estrategia
Si el adelantamiento del anuncio de la decisión de Kirchner puede explicarse con relativa facilidad en función de estas consideraciones, aún falta explicar la decisión en sí misma, lo que cae de su peso no bien se advierte que el Presidente y su esposa no aspiran "sólo" a ocho años de poder.
Si Kirchner hubiera obtenido la reelección para él, también habría iniciado un segundo mandato en cierta forma terminal, porque desde Misiones ya se sabe que los argentinos rechazan la reelección indefinida. Un presidente eventualmente "terminal", ¿hubiera dispuesto en tal caso de la fuerza suficiente para prolongar su poder más allá de 2011? Un Presidente que aparentemente se retira, en cambio, a cuarteles de invierno como el "primer caballero" de su esposa, ¿no estaría acaso en condiciones de intentar con ella varios períodos alternativos con la inapreciable ayuda del matrimonialismo?
Cuando inspiró la Constitución de 1853, Juan Bautista Alberdi rechazó las reelecciones consecutivas para evitar que el gobernante saliente se convirtiera frente a sus rivales en "el caballo del comisario". Pero lo que Alberdi no pudo prever fue que el freno a las reelecciones consecutivas podría eludirse a través del matrimonialismo, ya que en su tiempo era impensable el protagonismo femenino que contemplamos hoy. Si lo hubiera anticipado, habría prohibido directamente la reelección de los presidentes a través de sus esposas.
La palabra nepote quiso decir en un principio "sobrino preferido" de un dignatario. En los tiempos en que la palabra se difundió, allá por el siglo XVI, aludía en especial a los "nepotes" de los papas en un momento en que, si la disolución de las costumbres permitían que éstos tuvieran hijos, como lo fue César Borgia del papa Alejandro VI, lo elegante no era llamarlos "hijos" sino "sobrinos".
La disolución de la Corte papal pasó, pero no por cierto la inclinación de los hombres, eclesiásticos o no, por sus "nepotes" o familiares. Podría decirse entonces que hoy Kirchner intenta eludir la prohibición alberdiana del reeleccionismo con la ayuda inestimable del nepotismo. Primero intentó eludirla a través del gobernador Rovira, cuando éste propuso a los misioneros una reforma constitucional que lo habilitara. Pero los misioneros respondieron con un rotundo No a este proyecto que Kirchner apoyó abiertamente. El Presidente se quedó sin el antecedente que le habría permitido pasar la propuesta del campo provincial al campo nacional. Renunció entonces a impulsar la reelección indefinida de manera directa. Con la opción por Cristina, Kirchner busca ahora el mismo fin por un camino indirecto en dirección de su ambición ilimitada de poder. La candidatura de su esposa se le presenta, por ello, como el sustituto ideal de la fórmula que Misiones sepultó.
Por Mariano Grondona