Para LA NACION
Fue impuntual: llegó cinco minutos antes de la hora prevista para el reportaje. Una novedad frente al gobierno de su esposo, donde desde el presidente hasta sus ministros han hecho esperar horas a los más pintados de aquí y del mundo. Hay en ella, permanente, un doble mensaje. Por un lado, nunca deja de reconocer en Néstor Kirchner al líder político que la llevó al poder. Pero, al mismo tiempo, subraya, sin decirlo explícitamente, que ella tiene una personalidad, un estilo y hasta ideas que son propios.
La impuntual puntualidad no fue, sin embargo, lo más perceptible del encuentro de ayer. "He cumplido", fue lo primero que le dijo a este periodista, recordando que alguna vez le había prometido que le daría el primer reportaje cuando fuera presidenta. Presidenta fue una palabra que la complacía en la misma medida en que la sorprendía y la extrañaba. "Todavía me siento rara con ese trato", reconoció. Era sólo el primer día que podía ser llamada presidenta electa.
Otro dato más significativo fue el regreso de la personalidad de la senadora previa al gobierno de su esposo. Nunca antes se escondió de los periodistas y hasta tuvo con muchos de ellos un diálogo frecuente. Siempre fue cordial y atenta, aun cuando disentía de la opinión de los periodistas.
Nunca, es verdad, dejó de confrontar con ellos su visión diferente de los medios. A lo largo de la entrevista de ayer, repitió, una y otra vez, su concepto de la prensa como una invención mediática. Es y ha sido, al fin y al cabo, una dirigente política molesta porque pierde el control de la agenda pública. Su argumentación es más profunda, pero podría hacerse una síntesis de esa manera.
"Soy una pingüina. El calor de esta ciudad me resulta insoportable", comentó cuando alguien se quejó del aire acondicionado demasiado frío en la oficina presidencial. El reportaje se grabó, en efecto, en la oficina que ocupan los presidentes en la residencia de Olivos. Kirchner no estaba.
¿Qué papel jugará Néstor Kirchner en su gobierno? Es la pregunta que más le han hecho, sobre todo los periodistas extranjeros, y la que menos ha respondido. Salva y salvó el escollo con buenas formas. Se refiere entonces a la imparable vocación política de Kirchner, pero nunca precisa qué hará su esposo cuando ella esté en el poder.
Una risa le estalló cuando este periodista le recordó una reciente anécdota. Hace poco, cuando ella recibió por separado a dos columnistas políticos (los que ella llamó luego "columnistas estrella"), este periodista se topó con el Presidente cuando llegó a Olivos. Kirchner lanzó una de sus habituales bromas: "Soy el nuevo director de protocolo de la Presidencia. Sólo recibo, saludo y me voy", dijo socarronamente.
Cristina Kirchner reaccionó en el acto: "Eso puede desmentirlo definitivamente. Nunca será director de protocolo", le dijo al periodista, entre risas, aludiendo a la famosa despreocupación de Kirchner por los rituales del ceremonial.
Ayer se la notó especialmente molesta por la falta de llamadas de sus opositores de la víspera para felicitarla. La lista de llamadas de dignatarios extranjeros era muy larga, pero sólo Gabriela Michetti, entre los políticos argentinos que militan en otras causas, la había saludado.
Eso fue en el momento de la grabación. Poco después se ocupó de aclarar, puntualmente, que el ex presidente Raúl Alfonsín la había llamado minutos después de que terminara el reportaje. "Fue cálido y cordial. Un caballero, como lo es él siempre", contó.
Puede suponerse que Cristina Kirchner respetó las horas de sueño y del descanso. Los rigores de la campaña no se advirtieron en su aspecto ni en su ánimo. Una mujer presidenta, luego de una intensa campaña de exigencias físicas y anímicas, es muy diferente de los hombres, que, por lo general, llegan con la lengua afuera y el cansancio se les nota hasta en el ritmo de las palabras.
Al final, con los reflectores ya apagados, tomó un libro de ella de reciente aparición, un compendio de sus discursos, prologado por el ex presidente Ricardo Lagos, y escribió una dedicatoria. "No tengo una letra linda", se disculpó. "Lo que importa no es la letra, sino las palabras", le respondió este periodista. "Eso está muy bien. Le robo el concepto", se entusiasmó, con la mano en señal de adiós.