10 de agosto de 2008 |
Quizá los Kirchner no podrán prescindir nunca de Guillermo Moreno y de Hugo Chávez. No lo podrán hacer en tanto se nieguen a aceptar con realismo que las cosas no andan bien. Y la virtual ausencia de un ministro de Economía obligó ayer al titular de Interior, Florencio Randazzo, a tener que afirmar públicamente que todo fue puro espejismo en la peor semana de la economía argentina en muchos años. El espejismo aqueja al Gobierno si se mira la caída de todos los números de la economía.
No hay, en rigor, vocación de cambio en el matrimonio presidencial, más allá de ciertos gestos mediáticos. Los gestos mediáticos, producto de puntuales consejos de asesores de imagen, se agotan en sí mismos cuando lo que no cambia es la política de fondo. Sergio Massa, por ejemplo, es un hombre amable en sus reuniones con gobernadores y legisladores, pero sus márgenes para resolver los problemas son casi nulos.
Incluso Moreno podría ser relevado por otro hombre, si algún día el Gobierno se notificara de su defunción política, pero tampoco ese reemplazo garantizaría una modificación de las políticas. El cambio de la política significaría el pago de altos costos para una dinastía gobernante que no quiere pagar precios políticos. La política reinante, así las cosas, se ha convertido en una especie de ratonera para los Kirchner.
¿Por qué? Cualquier otra política requeriría de modificaciones sustanciales en los índices económicos que embaucan a los Kirchner y en la despojada política de alianzas internacionales que tejieron. El Gobierno sigue convencido de que la inflación anual de la Argentina no ha llegado al 10 por ciento. Distintas y embrolladas cuentas de economistas privados sitúan la inflación anual, en cambio, entre el 24 y el 30 por ciento anual.
Esas vicisitudes de los números independientes se deben, sobre todo, a la destrucción del Indec. El Gobierno le cree al Indec. Estás leyendo mucho los diarios , suele decir la Presidenta a los funcionarios que le hablan de la inflación. Gambetea también de otra manera: Ya te lavaron la cabeza , les responde a los que le plantean ese conflicto. Lo cierto es que los bolsones de comida para los más pobres volvieron a convertirse en moneda corriente en el conurbano. Pero ¿qué sucedería si el Gobierno tomara nota cabal de lo que ocurre con la inflación o con el crecimiento del país?
Estudios serios indican que el crecimiento de la Argentina durante 2007 fue del 7,2 por ciento y no de más del 8 por ciento, como afirmó el Gobierno. Si la inflación se situara formalmente en el número más benévolo, el 24 por ciento anual, el Gobierno se verá obligado a imponer un reajuste de las tarifas de servicios públicos, cuyo precio debería aumentar exponencialmente. La reciente actualización de las tarifas eléctricas sólo sirvió para cubrir en parte las recientes calamidades inflacionarias, pero no compensó los muchos atrasos preexistentes.
Un sinceramiento de la inflación produciría también un brinco en el reclamo salarial de los gremios y su consecuente repercusión en el costo de vida. El Gobierno ya ha recibido la peor noticia que le puede llegar a un gobierno: la división de la central obrera. La historia indica que los amigos y los enemigos del gremialismo terminan siempre compitiendo por cuál le saca más aumentos salariales al Gobierno.
Por último, el reconocimiento de una inflación mayor tendrá que ser acompañado por la confesión de que la deuda pública es más grande de lo que ya es. Parte de los bonos de la deuda refinanciada está indexada por los índices de inflación. ¿Se podría hacer todo eso con la conducción económica real en manos de Néstor Kirchner? Parece imposible. La designación de un ministro de Economía en serio requeriría, forzosamente, del relevo de Kirchner como virtual ministro de Economía.
Las versiones últimas han apuntado a supuestos sondeos a Roberto Lavagna y a Mario Blejer para ocupar la principal poltrona del Palacio de Hacienda. Los que hablan del regreso de Lavagna no conocen a los Kirchner , ha dicho un frecuentador de Olivos. Hay un dato histórico cierto e irrefutable: en sus tiempos de ministro, Lavagna se llevaba peor con Cristina que con Néstor Kirchner. Blejer sólo recibió una enigmática llamada de la Presidencia, hace varias semanas, para confirmar que el teléfono que atendía era el de él. Punto. Kirchner es el que manda y no está dispuesto a entregar la conducción de la economía.
El problema del pintoresco ministro en funciones es que los números no le están cerrando. Los subsidios por los servicios públicos rondan ya el 3 por ciento del PBI, pero los ingresos del Tesoro se achican. A la desaceleración de la economía se le sumó ahora una baja en el precio de las materias primas en los mercados internacionales. Esos precios seguirán altos, según las comparaciones históricas, pero difícilmente vuelvan a trepar hasta los niveles artificiales a los que llegaron hace unos 45 días. El precio de la soja se devaluó un 25 por ciento en las últimas semanas, y el del trigo un 40 por ciento.
No hay soluciones populares en tales casos. Kirchner debería eliminar los subsidios al consumo de los servicios públicos, congelar los envíos a las provincias (como ya lo está haciendo) o reclamar una nueva refinanciación de la deuda pública. Los vencimientos hasta 2010 alcanzan los 30 mil millones de dólares. Todo es doloroso. Las encuestas podrían condenarlo aún más; los gobernadores, intendentes y concejales se fugarían raudamente hacia sus activos opositores dentro del peronismo, y el mundo no le tiene confianza al gobierno argentino como para volver a refinanciarle la deuda. Queda Chávez, pero Chávez es caro.
Venderle bonos al presidente venezolano al 15 por ciento anual fue, sobre todo, un error político. ¿Quién le cobrará menos a la Argentina de ahora en más después de semejante tasa concedida al amigo bolivariano? Pero la dependencia financiera de Chávez influye también en la política. Sólo la paciencia estratégica del presidente Lula impidió que éste se ofendiera cuando Chávez apareció en Buenos Aires en medio de una importante reunión bilateral de brasileños y argentinos.
El gobierno de Brasil sólo se enteró a último momento de esa presencia. Más de 300 empresarios brasileños acompañaban a su presidente. Ofensa argentina a Lula , sintetizó el periodismo de Brasil.
Empresarios brasileños creen que los Kirchner están equilibrando con Venezuela el peso de la relación con Brasil. Si fuera así, conviene recordar que con Chávez no se asusta a Brasil. Además, el gobierno argentino se estaría comprando con esa política una mala compañía en el mundo.
Sin embargo, hay una decisión estratégica de Brasil de invertir en la Argentina; ya colocó en el país unos 8000 millones de dólares en los últimos seis años. La Argentina tiene problemas si se mira el día de hoy, pero es un país con un enorme potencial y eso saldrá en algún momento , ha dicho un empresario brasileño. En eso radica la paciencia estratégica de Lula, que tiene premisas políticas y también económicas.
En cambio, la estrategia argentina de morenizar la economía y de chavizar la política exterior ha construido la peor semana económica y bursátil desde la gran crisis de principios de siglo. La Argentina vive también el momento de mayor aislamiento internacional desde el festivo default de aquella era feroz y encarnizada.