Entrevista:O Estado inteligente

domingo, agosto 15, 2010

MARIANO GRONDONA Los cuatro futuros que nos esperan

La Nacion

El pasado, aunque puede ser sometido a diversas interpretaciones por parte de los historiadores, en definitiva es uno , irreversible. Puede dar lugar a aprendizajes fecundos o a quejas estériles, pero lo seguro es que, una vez que ha ocurrido, nadie, ni siquiera Dios, lo puede cambiar. Pero si hay un solo pasado hay, al contrario, varios futuros. Mientras el pasado es una puerta que se cierra detrás de nosotros, el futuro es una encrucijada que se abre en diversas direcciones. El pasado, a lo más, nos puede enseñar volviéndonos más sabios, pero el futuro, poblado como está de alternativas, queda ligado indisolublemente a nuestra libertad . Esto se debe a que cada vez que elegimos uno de los futuros posibles que se abren a nuestro paso podríamos haber elegido otro . La libertad de la que gozamos ante cada una de nuestras encrucijadas vitales puede ser más amplia o más estrecha, pero, en última instancia, siempre existe. Para ilustrar este punto, el filósofo estoico Epicteto imaginó una situación en la que a un ser humano se le redujeran al mínimo sus opciones vitales. Puede suponerse, por ejemplo, que a un condenado lo llevan en cadenas al cadalso. Aun en una circunstancia extrema como ésta, advirtió Epicteto, la libertad del prisionero subsiste de cara a su postrera elección: morir gritando como un marrano o morir con dignidad.

Una vez que alguno de los futuros que aún era posible se convierte en un único pasado, tendemos a pensar que su advenimiento era inexorable, que ya estaba escrito, mas no es así porque, si bien lo que pasó ya no tiene remedio, hasta el momento mismo de nuestra decisión podía no pasar. El año que viene, cuando los argentinos escojamos quién nos habrá de gobernar por cuatro años, será fuerte la tentación de creer que el que ganó tenía que ganar; por ejemplo, que Kirchner, si gana, es porque era invencible y que, si pierde, es porque ya estaba derrotado. Pero el hecho es que la puerta que se cierre sobre la noche del 30 de octubre de 2011 estará abierta hasta el último momento, a disposición de nuestra libertad. ¿Qué podremos hacer mientras llega esta jornada crucial? Explorar los futuros que aún se abren ante nosotros, a esos que el filósofo Bertrand de Jouvenel llamó, en su libro El arte de prever el futuro político , futuribles, los "futuros posibles", alguno de los cuales tendremos finalmente que escoger con la conciencia de que, cuanto más atenta sea nuestra exploración, en mejores condiciones estaremos para acertar.

Los "futuribles"

¿Cuándo decimos que un país es estable ? Cuando la distancia entre sus futuribles es pequeña. Esto ocurre en aquellos países donde la competencia electoral se reduce a dos partidos principales que, además, se toleran recíprocamente porque coinciden en los grandes objetivos. Es lo que ha ocurrido y sigue ocurriendo en las naciones desarrolladas y en naciones vecinas, "predesarrolladas", como Uruguay, Chile, Brasil y Colombia. En estos casos el porvenir se vuelve menos amenazante, las elecciones se desdramatizan y las inversiones fluyen al margen del resultado electoral porque los inversores confían. ¿Es éste nuestro caso, o la distancia entre el país que quiere Kirchner y el país al que aspiran sus opositores es tan grande que la elección de 2011 se nos aparece a los argentinos como un salto al vacío? ¿Hasta dónde se abre entonces el abanico de nuestros "futuribles"? En dirección de un panorama tan variable, tan incierto, que aún seguimos siendo, muy a pesar nuestro, una nación inestable.

Para limitar hasta dónde sea posible nuestro inquietante abanico de "futuribles", digamos que, a estas alturas de los acontecimientos, ellos son cuatro: una victoria categórica o ajustada de Kirchner y una victoria categórica o ajustada de la oposición. Tanto la victoria categórica del ex presidente como la de sus opositores, para ocurrir, tendría que incluir no sólo la conquista de la presidencia sino también la obtención de la mayoría en ambas cámaras del Congreso. No se olvide que el año próximo estarán en juego, aparte de la presidencia, la mitad de las bancas de la Cámara de Diputados y un tercio de las bancas del Senado, la mayor parte de ellas oficialistas por el triunfo de Cristina Kirchner en la elección presidencial de 2007. Para ser "categórica", la victoria de alguno de los dos bandos en pugna tendría que abarcar por ello no sólo el Poder Ejecutivo sino también el Poder Legislativo. La victoria en 2011, en cambio, sería solamente "ajustada" si el bando que obtenga el control del Ejecutivo no pudiera lograr lo mismo en el Legislativo, con lo cual se prolongaría en tal caso una situación similar a la actual, donde ya nadie manda de una manera indubitable por lo que, sea quien fuere el nuevo titular del Ejecutivo, su condición resultaría tan "inestable" como la que aún tenemos hoy.

Los "futurables"

Además de los "futuribles", Jouvenel identificó dos clases de "futurables". Uno de ellos, el futuro ya no "posible" sino, además, probable . Otro, el futuro ya no "posible" ni "probable" sino, además, deseable . Es importante no confundir aquél con éste, lo que vislumbramos con lo que deseamos, para no dejar que al análisis lo nublen nuestras inclinaciones.

De los cuatro "futuribles" que hemos identificado, ¿cuál es por lo pronto el más "probable"? Sobresalen dos. Uno, el triunfo categórico de Kirchner. El otro, el triunfo ajustado de sus opositores. El triunfo "ajustado" de Kirchner quedaría en principio descartado entre los futuros más probables porque, de ganar apenas en 2011, Kirchner, alentado por el impacto del escrutinio todavía fresco, dedicaría de inmediato su energía inmensa y transgresora a demoler a sus rivales semivencidos y a disciplinar a los tibios de su propia tropa. Tampoco es probable que alguno de los opositores, aunque ganara la presidencia, tuviera como Kirchner una vocación totalizadora. Lo más probable entonces es que, si Kirchner gana aunque sea por poco, exagere de inmediato su victoria y que, si ganan sus opositores, éstos sigan respetando el pluralismo de sus convicciones.

Si la victoria pretendidamente total de Kirchner y la victoria pluralista, moderada, de alguno de sus rivales son entonces nuestros dos principales "futurables" en cuanto "futuros probables", ¿cómo sería esa otra tabla de posiciones que nos podría ofrecer nuestro futuro ya no en cuanto probable sino en cuanto "deseable"? A estas alturas del análisis, el escalonamiento de lo que en verdad deseamos es relativamente fácil. La victoria total de Kirchner, poniendo al país en ruta hacia el chavismo, resultaría catastrófica para todos aquellos que soñamos con la maduración de una democracia republicana, "uruguaya", "brasileña" , "chilena" o "colombiana" en nuestra tierra. Desde esta escala de valores, la victoria aunque fuera pluralista y relativa de los opositores sería obviamente preferible a la victoria de Kirchner, pero esto a condición de que los opositores no recayeran en una suerte de segunda Alianza , con el caos consiguiente que, de instalarse, hasta podría darle a Kirchner la segunda y última oportunidad que se está reservando: demostrar que la república democrática es inviable entre nosotros y que sólo un gobernante tan despiadado y transgresor como él podría domesticar a la indomable Argentina una vez que la frustración de aquella "segunda Alianza" quedara, eventualmente, en evidencia. Nuestro futuro deseable es por lo tanto sólo uno: la democracia republicana. Nuestros futuros probables son, en cambio, dos: esa democracia que deseamos o la irrupción del chavismo en la Argentina.

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