Suele decirse que "hecha la ley, hecha la trampa ". Este antiguo refrán refleja un orden de valores. Primero viene la ley, esto es, la pretensión de imponer desde el Estado una iniciativa de bien común; sólo después viene la trampa mediante la cual algún "vivo" o simplemente la realidad se interponen entre la intención honesta, quizás ingenua, del legislador, y el curso de los acontecimientos. Los últimos intentos del kirchnerismo han seguido un camino inverso. Primero el ex presidente concibe la trampa, a la que sólo después envuelve en alguna ley o en algún decreto para presentárselos al Congreso, al que induce a internarse en la minuciosa discusión de sus enredados artículos como si éstos fueran lo que en verdad importa y no el ardid que Kirchner quiere disimular.
Tenemos sobrados ejemplos de esta conducta. Para dar sólo algunos de ellos, cuando el Poder Ejecutivo lanzó la reforma de las AFJP, consiguió que los legisladores se entretuvieran en discutir si la fórmula preferible para los futuros jubilados debería ser el ahorro privado o el sistema estatal del "reparto", y más de un grupo de centroizquierda, en principio opositor, se dedicó a discutir minuciosamente esta disyuntiva ideológica inclinándose al fin por la estatización de los ingentes fondos en juego sin advertir, con buena o mala conciencia, que lo que en verdad quería Kirchner, su "trampa", era apoderarse de estos fondos para utilizarlos después a voluntad.
Otro caso, más reciente, ha sido el ya famoso proyecto de la "ley de medios". La argumentación, el ropaje legal con el que el Gobierno vistió este proyecto, fue la necesidad de montar un sistema de medios audiovisuales, incluida la difusión del fútbol, que abriera los más diversos canales de comunicación a los argentinos en nombre de la libertad. Pero lo que en realidad quería el Gobierno era avanzar en la construcción de su propio monopolio con la excusa de combatir el supuesto monopolio de los medios privados de comunicación. La batalla, que esta vez fue más ardua que en el caso de las AFJP, terminará probablemente en los estrados de la Justicia. No debe olvidarse en este breve recuento la también reciente ley de presupuesto, ante la cual, con el pretexto de obtener la prórroga por un año de sus "superpoderes" para proteger la "gobernabilidad" del país en estos tiempos de transición, el Ejecutivo se aseguró la facultad de disponer por este plazo de un margen de discrecionalidad aún más amplio que el que había obtenido en los años anteriores, al servicio de su hegemónica "caja".
La reforma políticaEn el caso de la "reforma política", que es el intento más audaz de Kirchner de conservar el poder más allá de 2011, el proyecto que el Ejecutivo acaba de presentar al Congreso alienta la intención de encerrar a la mayoría de las fuerzas políticas opositoras dentro de un brete legal tan estrecho que, de confirmarse, disminuiría drásticamente sus opciones de cara a la próxima elección presidencial.
Esta es la nueva "trampa". Para consumarla, el Gobierno pretende borrar del mapa a los partidos nuevos que se han desarrollado en los últimos tiempos exigiéndoles condiciones prácticamente inalcanzables para la próxima elección presidencial. Esta medida afectaría gravemente las posibilidades de partidos como Pro, de Macri, y el amplio abanico de la centroizquierda. Así es como Kirchner le paga a ésta el temerario apoyo que ella le dio en el Congreso. Al incluir además disposiciones que prohíben la propaganda privada en la campaña electoral, el ex presidente tiene en mente neutralizar efectivamente a Francisco de Narváez para evitar que lo derrote por segunda vez, como ya lo hizo en la provincia de Buenos Aires el 28 de junio. En cuanto al creciente influjo del peronismo no kirchnerista, "federal", la idea del Gobierno sería adelantar las elecciones primarias destinadas a consagrar a los candidatos presidenciales de cada partido al mes de junio de 2010, con la intención de evitar que este otro peronismo disponga del tiempo necesario para competir con él dentro del Partido Justicialista oficial.
Con el objeto de "envolver" esta otra trampa en un nuevo argumento para ingenuos, el Ejecutivo ha recogido en su proyecto la idea, ampliamente compartida, de que nuestro país debiera volver cuanto antes al sistema de las elecciones primarias simultáneas y abiertas para consagrar a los candidatos presidenciales, que rige en las democracias presidenciales bien ordenadas y que nosotros teníamos antes de 2003 hasta que el por entonces presidente Duhalde, turbado por su obsesión antimenemista, dejó al justicialismo y al país sin ellas; provocó así el desorden institucional cuyo gran beneficiario resultó ser el propio Kirchner. El método de las elecciones primarias y abiertas debe ser restablecido, pero no con el inconfesado propósito de convertir a Kirchner en "el caballo del comisario".
Los límitesUna maniobra si se quiere menor ha sido, el jueves último, el lanzamiento presidencial de una iniciativa de ingreso universal para la niñez que por lo pronto no es "universal" porque sólo alcanzará a los hijos de los desocupados o a los que se desempeñan en el sector informal, y que tampoco se procesaría a través de canales institucionales, sino a través de la vasta red clientelística que maneja Kirchner. Pero esta medida, que parecía responder a un anhelo ampliamente compartido como es el de apoyar a la niñez sin recursos, se hizo en realidad para "tapar" el proyecto del ingreso universal a la niñez que había presentado Elisa Carrió, aunque con el propósito inverso de que fuera verdaderamente "universal" y de que discurriera por fuera de los "punteros" políticos, piqueteros y municipales que rodean al Gobierno. Para anunciar su proyecto, la Presidenta usó por enésima vez la cadena oficial de radiocomunicación, apostando a que el consiguiente impacto mediático aventara el mayor peligro que preocupa a los Kirchner: que la oposición termine por arrancarles el bien inapreciable de la iniciativa política. El hecho de que el Poder Ejecutivo haya consignado su proyecto sobre la niñez a un decreto de necesidad y urgencia en lugar de un proyecto de ley muestra a su vez que, a medida que se acerca el 10 de diciembre, cuenta cada vez menos con el Poder Legislativo.
En el curso de su proyectada "reforma política", mientras tanto, el kirchnerismo también pretendió atraer a ese importante segmento de la oposición que es el vasto partido radical, el único capaz de sortear el brete legal de la reforma política que amenaza a los demás partidos. Así fue como Kirchner quiso remedar la alianza peronista-radical de 1993 de la que fue portador el desafortunado Pacto de Olivos entre Menem y Alfonsín, cuando aquél logró nada menos que cambiar la Constitución para ponerla al servicio de su ambición reeleccionista.
Está claro que Kirchner encuentra cada día más obstáculos para imponer su hasta ayer omnímoda voluntad. Prueba de ello es que la oposición rechazó en pleno participar de la reunión a la que la había convocado la Presidenta para lanzar el proyecto de la reforma política. Esta noticia, alentadora para todos aquellos que quieren contener a Kirchner, ha sido amortiguada empero por nuevos disensos entre los propios opositores como el que acaba de aflorar entre Duhalde y De Narváez, una noticia preocupante porque, aparte de sus constantes triquiñuelas, Kirchner también abriga el deseo, o la ilusión, de que la oposición no logre asegurar al fin su propia cohesión con un sentido de patriótica grandeza capaz de superar las ambiciones personales.