La Nacion
Vacila el futuro político de Mauricio Macri. Tres jueces que no cargan
con el desprestigio público de Oyarbide coincidieron en que existen
elementos suficientes como para procesar al jefe del gobierno
capitalino por el delito de asociación ilícita. ¿La sentencia está
bien fundada? ¿Hay intereses políticos detrás de esa resolución?
Ninguna respuesta podría ser honesta si fuera categórica. Los indicios
son contradictorios, como son distintas las miradas de juristas y de
políticos opositores. Personas irreprochables reconocen solvencia en
la decisión de esos jueces; otras, tan impecables como aquellas, están
seguras de que prevaleció una conspiración de Néstor Kirchner.
Kirchner tiene un antiguo temor con nombre y apellido. Es Macri. Su
visión demasiada ideológica de la vida y de la política le advirtió
siempre que la sociedad argentina podría polarizarse en algún momento
entre él mismo, como una expresión de centroizquierda, y Macri, como
represente de la centroderecha. Por eso, lo maniató como jefe del
gobierno y le escamoteó todos los recursos posibles. Hasta la
resolución de Oyarbide, y sobre todo después de esta, la popularidad
nacional de Macri resistió aquellos embates. Ahora se inició otra
etapa en su carrera política.
Más allá o más acá de las encuestas, el líder porteño les debe una
explicación a la política y a la sociedad. El camino obvio de culpar a
Kirchner es previsible, pero insuficiente. Si hay algo que los
políticos deben esperar siempre es el uso y abuso que sus adversarios
harán de sus errores. ¿Macri cometió errores? Hay uno, al menos, que
es evidente: la designación como primer jefe de la Policía
Metropolitana de un comisario retirado, Jorge Palacios, que venía con
la carga de todos los defectos y las luchas internas de la Policía
Federal. ¿Hay más errores? ¿Le puso condiciones a Palacios? ¿Controló
la gestión de su viejo amigo?
Macri deberá enfrentarse, seguramente, con una comisión investigadora
en la Legislatura. Elisa Carrió y el radicalismo, que controlan parte
importante de ese cuerpo, adelantaron ya que no podrán ignorar la
nueva situación del jefe del gobierno. Carrió dijo que actuará con
"seriedad y responsabilidad institucional". Ella tiene una muy buena
relación personal con el jefe del bloque macrista de la Cámara de
Diputados, Federico Pinedo, a quien le informará con anticipación de
cualquier decisión de su partido.
La deshora de Macri tiene consecuencias en la política nacional. Los
cuatro líderes más importantes de la Cámara de Diputados (el radical
Oscar Aguad, el peronista disidente Felipe Solá, Carrió y el propio
Pinedo) han enhebrado una relación en la que mezclan la sinceridad con
la voluntad de acordar. Disienten a veces, pero nunca dejan de hablar
como buenos amigos.
Las estrategias de Carrió y del radicalismo (adelantada por la
diputada Silvana Giudici) se parecen mucho: crear una comisión
investigadora en la Legislatura para darle tiempo a la Cámara de
Casación, que deberá resolver en los próximos dos o tres meses la
nueva apelación de Macri. Ninguno se plantea ahora separar a Macri de
sus funciones, pero todos estiman que esa decisión sería inexorable si
Casación confirmara en tercera instancia el procesamiento del jefe
porteño. El destino de Macri vacila en los despachos judiciales de la
Cámara de Casación.
Macri es el primer gobernante procesado por el presunto delito de
intervención de teléfonos. La Justicia le cayó justo a uno que no
tenía en su listado, personal al menos, a políticos opositores ni a
sindicalistas ni a periodistas. El espionaje de Kirchner les
interviene los teléfonos hasta a los legisladores amigos y a todo el
universo no kirchnerista, incluidos empresarios, sindicalistas y
periodistas. Esta denuncia se ha hecho ya muchas veces y ningún fiscal
actuó nunca de oficio.
La ausencia de la privacidad en las conversaciones telefónicas es
grave para cualquier noción de una vida democrática. No importa si el
culpable de esa desaparición es Kirchner o es Macri. Desde ese punto
de vista, el precedente de la Justicia en el caso Macri no es malo, si
fuera sólo el primer paso hacia una investigación más profunda y
amplia sobre el corrosivo método de cualquier poder de intervenir
teléfonos de personas públicas.
La resolución de la Cámara tuvo dos lecturas. Hay quienes afirman que
para un procesamiento no se necesitan tantas pruebas (que no las hay)
y que vale sólo la concatenación de hechos y la deducción de los
jueces. Las pruebas son indispensables para estos sólo cuando la
Justicia condena. Otros afirman que el procesamiento necesita también
un mínimo de pruebas y que en el caso de Macri ellas no están.
Antes que su pendencia con Kirchner, Macri debería componer la
relación con su padre. Franco Macri fue el que ordenó la intervención
telefónica de su yerno, según confesó ante el juez, intervención que
resultó una de las pruebas que pesaron en la Justicia para procesar a
su hijo. El propio patriarca de la familia Macri declaró en los
últimos días que lo quiere a su hijo, pero que confía más en Kirchner.
Mauricio Macri no necesita de Kirchner para tener enemigos.
Kirchner concluyó, así, una semana en la que, objetivamente, se
oxigenó. Se adueñó, también, de una decisión parlamentaria que amplia
los derechos civiles, con la definitiva sanción senatorial del
matrimonio gay, aunque esa iniciativa no le pertenece. Es cierto que
Kirchner presionó a muchos senadores y el caso más patético es el de
Carlos Menem, que ya angostó su ambición de futuro a ser sólo senador
de por vida. Pero es cierto también que, en última instancia,
prevaleció en el Congreso una controversia entre el principio de
igualdad, que es el que triunfó, y los principios religiosos.
El trámite de ese proyecto muestra la lejanía del kirchnerismo. Fue
originalmente un proyecto de dos senadoras socialistas que contaron
con el apoyo de la diputada Vilma Ibarra, autora de la primera
iniciativa en ese sentido. El propio Macri contribuyó a darle un
barniz consensual cuando decidió no apelar la decisión de una jueza
capitalina que autorizó un matrimonio gay; ya no era sólo el
progresismo el que veía el asunto con buenos ojos. Y en la instancia
final votaron a favor del proyecto los senadores radicales Ernesto
Sanz, presidente de su partido, y Gerardo Morales, titular del bloque
radical. Son los dirigentes que tienen los cargos de mayor
responsabilidad dentro del radicalismo. ¿Qué mejor prueba que esa de
que se trató de una decisión que iba mucho más allá del kirchnerismo?
La jerarquía moderada de la Iglesia quiere ahora dar vuelta la página.
Ya está. El propio jefe de la Iglesia, el cardenal Jorge Bergoglio,
fue duramente presionado por los sectores ultraconservadores
católicos, con buenas y con malas artes. Sus palabras más duras fueron
escritas en una carta interna a cuatro conventos de monjas carmelitas.
La agencia católica AICA la distribuyó luego sin autorización de
Bergoglio. AICA no tiene dependencia formal ni informal de la
conducción de la Iglesia. Personas cercanas al cardenal suponen que
esa carta (que no estaba destinada al conocimiento público) fue
filtrada por los sectores más conservadores de la Iglesia.
Un importante dirigente radical hizo la mejor síntesis: El día que
Bergoglio perdió una votación por este tema en la Asamblea Episcopal y
ganaron los duros, empezó a ganar la ley del matrimonio gay. El
discurso duro aniquiló cualquier instancia de persuasión , dijo.
¿Se ampliarán los derechos civiles hacia otras conquistas también?
¿Podrán los adversarios o los críticos caminar tranquilos por la calle
sin esperar la agresión de fanáticos? ¿Se terminará con la violencia
moral que derrumba a cualquier interlocutor de Guillermo Moreno? En
esas cosas elementales se encierra ahora la sinceridad o la hipocresía
de los que mandan.