El ministro Julio De Vido dijo que el embajador argentino Eduardo Sadous ?cuya declaración ante la Justicia reabrió espectacularmente el caso de los sobornos en el comercio con Venezuela? había participado en Caracas del golpe de Estado contra Hugo Chávez. Es una información suministrada por el gobierno venezolano y pretende descalificar el testimonio judicial del diplomático argentino. La estrategia sería perfecta si no fuera, como lo es, desmentida por la historia y por la realidad. Sadous quedó en el común lugar de muchos argentinos en actuales tiempos kirchneristas: los inocentes deben dar explicaciones que no necesitan dar.
Lo cierto es que el golpe contra Chávez sucedió en abril del año 2002 y Sadous llegó a Caracas como embajador el 17 de octubre de ese mismo año, seis meses después del intento de destitución del presidente venezolano. El plácet a Sadous como embajador fue concedido por el propio Chávez. La cúpula del chavismo lo condecoró con la orden de Francisco de Miranda dos años y siete meses después, cuando Sadous se despidió de su destino venezolano. Tres días antes de partir hacia Buenos Aires, Sadous participó con la conducción chavista en pleno de la inauguración de una calle, el Paseo Luis María Drago. El nombre de Sadous está inscripto al pie del busto del ex canciller argentino Drago, a pocos metros de la sede de la cancillería venezolana.
De Vido aseguró también que Sadous "albergó" a la oposición golpista de Chávez. Es cierto que Sadous invitó a su residencia, una sola vez durante su gestión, a todos los líderes de la oposición al chavismo. Pero eso sucedió durante 2004 cuando Néstor Kirchner hizo su primer viaje a Caracas para participar de una cumbre de presidentes. Sadous recibió la orden terminante de la cancillería argentina de que Kirchner debía reunirse con los jefes antichavistas durante su visita a Caracas. Entonces, el presidente argentino se esforzaba por ser distinto del caudillo venezolano. Eran tiempos en los que todavía no había comenzado el intenso período de intercambios comerciales y de identificación política, que sucedieron luego.
Quizás en otro desvarío de su memoria, De Vido entronizó también a Martín Redrado, echado hace poco por la Policía Federal como presidente del Banco Central, en el lugar de los próceres éticos para demostrar que nada de lo que hizo el Gobierno estuvo mal. El ministro contó que Redrado había redactado (como "excelente secretario de Comercio Exterior") todos los acuerdos con Venezuela. La estrategia, en este caso, está destinada a mostrar que los negocios con Venezuela no fueron sólo un feudo de kirchneristas y que participaron figuras que nunca pertenecieron a ese redil. Atractiva coartada, si también no fuera desmentida por los propios hechos.
Redrado lo acompañó a Kirchner en 2004 en un viaje oficial a Caracas y, en efecto, colaboró como secretario de Comercio Exterior con la redacción del primer borrador de un acta acuerdo entre los dos países. Ese acuerdo establecía que se formaría después un fideicomiso para las exportaciones e importaciones argentino-venezolanas. Redrado se fue, en septiembre de 2004, como jefe del Banco Central y nunca más tuvo ninguna otra participación, ni en la creación del fideicomiso ni en ningún negocio con Venezuela.
Desde ya, en un acuerdo solemne entre dos Estados, como fue el que relata Redrado, no figuran nunca las comisiones que cobrarán los intermediarios y ni siquiera la existencia de éstos, absolutamente innecesaria, por lo demás. ¿No existen acaso agencias gubernamentales de comercio exterior en ambos países como para hacerse cargo de los trámites de las exportaciones y las importaciones? ¿Para qué meter en esos asuntos a gestores privados que no aportan nada?
Redrado asegura que jamás tuvo conocimiento de la presencia de la intermediaria Palmat mientras estuvo en la Cancillería y que esa empresa no figuró en ninguno convenio internacional durante su gestión al frente del comercio exterior del país. Más aún: hasta ahora, el destituido ex presidente del Banco Central no puede explicarse por qué razones la cancillería venezolana quiso designar a un intermediario privado de los negocios públicos, que comprometen seriamente a funcionarios de Buenos Aires y de Caracas. Ni Rafael Bielsa (entonces canciller) ni Sadous ni yo participamos jamás en la designación de un intermediario privado , afirmó Redrado.
Tantas falsedades explican sólo la desesperación. El caso de los presuntos sobornos entre Caracas y Buenos Aires amenaza con convertirse en el peor escándalo de corrupción del gobierno de los Kirchner. Son cientos (o miles) de millones de dólares los que están en juego a través de la compra venezolana de maquinaria agrícola y de alimentos, de la adquisición argentina de fueloil y de los préstamos de dinero de Venezuela a la Argentina mediante la entrega de bonos locales, que luego se negociaban en el mercado internacional con un enorme margen de ganancias; el espacio para la corrupción lo abría la amplia diferencia que existe en Caracas entre el precio del dólar oficial y el del paralelo.
La lealtad de De Vido es ya sobrehumana, porque él mismo fue desplazado por Kirchner, en algún momento de los últimos años, de la negociación económica sustancial con Venezuela. Ese lugar lo ocupó, como un zar del dinero del Caribe, Claudio Uberti. Varios empresarios recordaron que recibieron ese mensaje clave desde Olivos. Hablen con Uberti , les mandó a decir Kirchner cuando se trataba de hacer negocios con Caracas.
De Vido odia cualquier síntoma de debilidad y por eso lo odió a Uberti. Kirchner y De Vido terminaron acordando que Uberti era el candidato ideal como embajador argentino en Caracas, pero la presión de Chávez pudo más y designaron a Alicia Castro en ese lugar. Uberti se quedó sin los empaques del cargo, pero conservó su significativo papel en la relación económica y comercial entre los dos países. Fue así un funcionario inevitable para hacer negocios con Venezuela, hasta que la valija de Guido Alejandro Antonini Wilson (con 800.000 dólares inexplicables) lo tumbó sin remedio.
El fideicomiso argentino-venezolano se refiere también a la compra de combustible. El 12 de abril último, varios días antes del testimonio judicial del embajador Sadous, ocho ex secretarios de Energía (una mezcla de peronistas y radicales) presentaron un duro documento ante el actual titular de Energía, Daniel Cameron. La conclusión de esa denuncia: nunca fue necesaria, aseguran, la importación de fueloil desde Venezuela. En el período que va de 2004 a 2009, la Argentina exportó más de ocho millones de toneladas de fueloil de su producción nacional, pero le compró a Venezuela 4.807.297 toneladas. En síntesis: ¿para qué compró si hasta podía vender fueloil?
Las importaciones de ese combustible alcanzaron, en esos cinco años, un valor de 1700 millones de dólares. Algunos de esos ex secretarios están seguros de que se forzaron tales importaciones de fueloil, caro y de baja calidad, por las comisiones del 15 por ciento denunciadas por Sadous y, antes, por el entonces defensor del pueblo, Eduardo Mondino. Además, debería agregarse el 20 por ciento más por las operaciones de intermediación. Los ex funcionarios estiman que si se usó todo el dinero del fideicomiso, las pérdidas por tales irregularidades alcanzarían unos 590 millones de dólares.
En un informe del propio Indec, ellos descubrieron que en los mismos meses que llegaban embarques venezolanos de fueloil, la Argentina exportaba ese combustible por cantidades aún mayores. El fueloil venezolano, con una muy alta carga de azufre, produce emisiones nocivas y provoca lluvia ácida. Este grave peligro medioambiental ya fue denunciado públicamente por uno de esos ex secretarios de Energía, el peronista Alieto Guadagni.
La trama de las revelaciones de la probable corrupción entre funcionarios argentinos y venezolanos sólo se ha entornado. El centro del escándalo parece estar en un enigmático empresario, Roberto Wellisch, un argentino-venezolano, presidente de la intermediaria Palmat, que administraba parte del fideicomiso y era representante a la vez de Venezuela para la compra argentina de fueloil. Fiscales judiciales aseguran que sería muy importante el secuestro inmediato de la documentación en poder de Wellisch, porque se podrían establecer los giros que hizo y a quiénes beneficiaron.
Wellisch tiene su empresa radicada en Miami; en esa misma ciudad vivía, y vive, Antonini Wilson. Las casualidades no abundan cuando hay tanto dinero oscuro girando en el vacío.