La Nacion
En 1914, cuando comenzaba la Primera Guerra Mundial, el ejército alemán avanzó sobre París. Fue en esta ocasión que el jefe de las fuerzas francesas, mariscal Foch, envió el siguiente telegrama a su gobierno: "Mi centro está cediendo. Mi flanco derecho pierde terreno. Maniobrar me es imposible. Por lo tanto, ataco". A partir de esta sorpresiva decisión, Foch cambió el curso de la guerra. Puesto en una posición similar a la del legendario mariscal, Mauricio Macri podría haber acuñado, hoy, el siguiente mensaje: "A través de cuatro jueces de la nueva servilleta, Kirchner me está acosando. En la Legislatura porteña, dirigentes a los que yo suponía «antikirchneristas», como Elisa Carrió, Pino Solanas y los radicales, también me atacan porque codician mi lugar en la ciudad y porque albergan pretensiones presidenciales en conflicto con las mías. Estoy cercado. Por lo tanto, ataco. En el frente judicial, quiero acudir cuanto antes al juicio oral. En el frente legislativo, impulso mi propio juicio político". Seguidor de Foch a un siglo de distancia, ¿logrará Macri invertir, como lo hizo él, el curso de los acontecimientos?
Pero en la política, como en la guerra o en el fútbol, se gana, se pierde o se empata. En cuanto a Macri, al retomar audazmente la iniciativa parece haber desechado toda alternativa intermedia porque al igual que Kirchner, su máximo enemigo, dobló la apuesta y se niega a empatar. Será nuestro próximo presidente o no será nada. Cuando analizó los futuros que se abren ante cada situación política, el pensador Bertrand de Jouvenel les dio el nombre de futuribles: "futuros posibles". ¿Cuáles son entonces los futuros posibles de Macri? Si gana, la presidencia en 2011. Si pierde, el inhóspito llano quizá desde 2010. ¿Todavía queda, a partir de su arriesgada estrategia, algún empate a la vista? ¿Cuáles son, en resumidas cuentas, los "futuribles" de Mauricio Macri?
Tres futuribles
Macri, por lo pronto, podría perder porque fuerzas poderosas se han coaligado contra él. Y no estamos hablando únicamente de Néstor Kirchner, con su inmensa "caja", su ilimitada ambición y su inflexible determinación, sino también de la ex SIDE, ese vasto aparato de escuchas ilegales al cual hasta ahora nadie ha investigado pese a que, comparados con él, los delitos que se le imputan al jefe de gobierno de la ciudad parecen juegos de niños. El papel que podrían jugar en esta crisis aquellas fuerzas políticas que son, a la vez, antikirchneristas y antimacristas, no es por otra parte desdeñable aunque sea en definitiva ambivalente, ya que si de un lado hostigan a Macri en la Legislatura con la esperanza nada admirable pero tampoco infundada de que algún macrista al fin se le dé vuelta, es posible que, para compensar, exijan que la propia ex SIDE sea investigada en el Congreso para que pueda saberse de una vez cómo emplea los cientos de millones clandestinos, "negros", de los cuales hasta ahora no ha tenido que rendir cuentas.
Tampoco es desdeñable, en este sentido, que haya otros jueces de nivel más alto que Oyarbide y la Cámara Federal que lo apoya, como los de la Cámara de Casación, el más elevado tribunal de la República en casos penales, y hasta los miembros de la propia Corte Suprema, cuyos ministros no podrán lavarse indefinidamente las manos ante la feroz querella por el poder que empieza a arreciar.
Tampoco ha de desdeñarse la posibilidad de que una parte de la ciudadanía, tres de cada cuatro de cuyos votantes se pronunciaron hace un año contra Kirchner, termine por ver en Macri, como en su momento vio en Julio Cobos, a una víctima propiciatoria del kirchnerismo y decida por eso brindarle su apoyo. Aunque tenga en vista a otros opositores que hoy le hacen el juego contra Macri para victimizarlos a su turno uno por uno, Kirchner no podría excluir por su parte la posibilidad de que tanto Macri como otros opositores por ahora antimacristas terminen por recabar los beneficios que podría aportarles la antipática inquina del ex presidente, que ha sido hasta ahora una prenda casi segura de popularidad para sus víctimas tal como lo prueban no sólo la súbita exaltación de Cobos a un primer plano inmediatamente después de que Kirchner pretendiera estigmatizarlo, y como asimismo podría probarlo la eventual exaltación del propio Macri, cuyas mediciones de popularidad, al decir de los encuestadores, ahora están aumentando en reacción por los feroces ataques que recibe. Si Macri se beneficiara de un segundo "fenómeno Cobos", ¿qué le impediría soñar todavía más que antes con la próxima presidencia?
Macri se halla ahora, al parecer, entre la sima del desastre y la cima del triunfo. Pero esta disyuntiva binaria podría enriquecerse aún más si le agregáramos una tercera alternativa que hasta ahora no habíamos considerado: simplemente, el empate. Este tercer "futurible" podría desencadenarse a partir del desempeño de una fuerza política que, sin haber apoyado hasta ahora a Macri, tampoco lo ha condenado abiertamente: estamos hablando del peronismo federal.
Los tres tercios
En medio del ir y el venir de nuestra pugna política, las simpatías de los argentinos podrían dividirse en tres tercios. Uno de ellos es, por lo pronto, el kirchnerismo. Los dos tercios del no kirchnerismo podrían dividirse a su vez en dos: el "panradicalismo", que abarca no sólo a los radicales, sino también a sus asociados de la Coalición Cívica y el socialismo, y el peronismo federal, lo más duro del antikirchnerismo.
Quizás el error de Macri fue "cortarse solo" a partir de su prematura candidatura presidencial, sin tener debidamente en cuenta la posibilidad de una alianza "transmacrista", cuyo otro asociado principal sería, precisamente, el peronismo federal. Es evidente que los federales y los macristas están cerca. ¿Cuán cerca, empero? Las dificultades aumentan no bien preguntamos cuál podría ser la fórmula presidencial de esta conjunción de las dos fuerzas. Pero la respuesta está, aquí, al alcance de la mano: si el peronismo federal terminara por poner al frente a un candidato "fuerte" como sería, por ejemplo, Carlos Reutemann, ¿estaría dispuesto Macri a reunirse con él como su candidato a vicepresidente? En el caso de que no lo quisiera, ¿no produciría una demostración excesiva de intransigencia? Pero a la inversa, si el peronismo federal no encontrara a su vez a una primera figura para la fórmula presidencial, sino solamente a una "segunda figura", ¿no cometería su propio pecado de intransigencia al no respaldar a Macri?
Desde el momento en que el narcisismo es, lamentablemente, un rasgo cultural que afecta a casi toda nuestra vida política, alguien podría observar que será difícil superarlo en busca de soluciones racionales porque, como se dice que dijo alguna vez Julio César, también entre nosotros muchos prefieren, al igual que él, ser el primero en una aldea que el segundo en Roma. Pero también se ha observado más de una vez que la necesidad tiene cara de hereje. A medida que el tiempo de las elecciones se aproxime, ¿no se acrecentarán acaso las posibilidades de que a los opositores los una, si no el amor, por lo menos el espanto? La posibilidad de que, gracias al narcisismo de algunos opositores, Kirchner termine por quedarse con todo en 2011, encolumnándose detrás de Chávez como acaba de hacerlo el propio Maradona al ir con él a esa guerra contra Uribe en la que no tiene arte ni parte, ¿no será al fin del camino una motivación tan urgente que hasta el narcisismo por ahora intratable de algunos opositores quede, en última instancia, relegado?