domingo, junho 13, 2010

JOAQUÍN MORALES SOLÁ Una repentina alteración en el ritmo de la política

Néstor Kirchner no competirá con dos o tres candidatos peronistas el
año próximo. Una eventual fractura múltiple de sus adversarios
justicialistas era la gran apuesta del ex presidente. Sin embargo, en
el vértigo de muy pocos días sus contrincantes aclararon demasiadas
cosas. Digan lo que digan unos y otros, Mauricio Macri estará con el
peronismo disidente; Francisco de Narváez pugnará por gobernar la
provincia de Buenos Aires y no por la presidencia de la Nación; Mario
Das Neves y los Rodríguez Saá no provocarán deserciones de votantes
peronistas con fórmulas propias, y Carlos Reutemann no será candidato
a presidente. A pesar de tales certezas, los garabatos finales de esa
historia son aún tierra desconocida.
La otra mala novedad importante que recibió Kirchner fue la
posibilidad de que el no peronismo, reunido en el Acuerdo Cívico y
Social, pueda exhibir una sola fórmula presidencial si siguiera en
ascenso la figura de Ricardo Alfonsín. ¿Con cuánto tiempo más cuenta
Julio Cobos para continuar vacilando entre el cargo de vicepresidente
y la condición de probable candidato opositor? Hasta es posible que
Cobos termine su mandato junto con Cristina Kirchner, porque ya
deslizó que él no disputará la candidatura con Alfonsín si éste
demostrara que está en mejores condiciones que él para reunir a una
importante alianza electoral.
Kirchner redactó la nueva ley electoral con la obsesión de conservar
el poder hasta el último minuto. Esa reforma, que está vigente,
establece que las elecciones internas, abiertas y obligatorias, se
harán sólo en agosto de 2011, apenas dos meses antes de los comicios
presidenciales. No hay muchas experiencias en el mundo de una
indefinición tan larga sobre candidaturas presidenciales. Con interna
o sin internas, lo cierto es que la política comenzó a hablar del
relevo de los Kirchner y eso es, precisamente, lo que el matrimonio
gobernante no quería.
El peronismo disidente lo amenaza con abandonar el Partido
Justicialista. Kirchner no quiere eso, y ha dado algunas muestras
recientes de que está dispuesto a hacer concesiones importantes en el
proceso electoral interno. Esa flexibilidad tiene una explicación: la
candidatura del ex presidente perdería legitimidad si no compitiera
con los mejores de su partido. En rigor, el peronismo disidente le
quiere arrancar una reforma a la ley electoral para que, entre otras
cosas, las elecciones internas puedan hacerse en los primeros meses
del año próximo. Sí. Estamos jugando con el kirchnerismo una partida
de truco , aceptó uno de los principales referentes del peronismo
opositor.
La reunión del miércoles de la cúpula disidente puso en evidencia que
existían conversaciones secretas entre esos dirigentes. El triunfo de
Alfonsín, libre de ataduras y capaz de agrupar el mosaico no
peronista, apuró el trámite. Pero nunca la política podría ser tan
rápida como para resolver cuestiones significativas (intereses,
ambiciones, grandezas y miserias) en sólo 48 horas. La foto de los
peronistas mostró nada más que los apresuramientos finales. Careció de
estética: sobraron dirigentes que no representan nada, mezclados con
peronistas victoriosos o que cuentan con la consideración social.
¿Qué hará Macri? Su ausencia en esa reunión de los principales
dirigentes peronistas antikirchneristas dejó abierta con insistencia
esa pregunta. Si se sobrevolaran los grandes trazos ideológicos,
podría decirse que el peronismo tiene un ala izquierda renuente a
Macri, y que Macri tiene un ala derecha refractaria al peronismo.
Felipe Solá y Jorge Busti son las expresiones peronistas más
antimacristas. Algunos dirigentes de Pro suponen, a su vez, que no
sería bueno para la imagen de Macri entreverarse con todos esos
peronistas, algunos muy desgastados.
Tiempo al tiempo: el propio Macri sabe que no podría ser un candidato
solitario para sepultar su candidatura y entregarle fácilmente el
triunfo al panradicalismo. Será candidato con el peronismo o no será.
Algunos macristas los llaman "primos" a los peronistas disidentes,
pero lo cierto es que son como hermanos en la fe.
Macri confía sólo en Duhalde. Tiene un realismo y una generosidad por
encima de la media de la política , piropea al ex presidente. Voceros
de Duhalde aceptaron que una negociación con Macri es inevitable. Será
bienvenido a la coalición, pero primero hay que poner en orden al
peronismo , dijeron. El propio Macri concede que Duhalde está
creciendo en las encuestas, aunque se atribuye a él mismo y a Cobos el
liderazgo más popular de la oposición antikirchnerista. Duhaldistas y
macristas vaticinan para fines de año el momento oportuno de esa
negociación ineludible.
La suerte de Duhalde depende de qué es lo que la gente común entiende
por renovación. Si se tratara de una renovación de dirigentes, él
estaría perdido. Si, en cambio, la mayoría de los argentinos estuviera
buscando una renovación de estilos y de métodos, sus posibilidades
podrían crecer. La renovación consiste hoy en darle a la sociedad
certidumbres y formas más amables de construir la política, después de
siete años de imprevisibilidad y de prepotencia , suele repetir el ex
presidente. Juega su juego.
Una noticia importante fueron las declaraciones de De Narváez en las
que comenzó a aceptar su destino bonaerense. Imprescindible para que
el peronismo disidente aspire a ganar Buenos Aires, el reciente
vencedor de Kirchner quiere, no obstante, que su decisión de resignar
la candidatura presidencial sea sólo de él y no una imposición de sus
aliados. Esa es su condición.
Duhalde aceptó sus planteos y accedió también a recitar el parlamento
propuesto por De Narváez: ninguno dirá en adelante que es el candidato
inamovible del peronismo disidente. En verdad, De Narváez está
negociando las condiciones que un eventual gobierno nacional le daría
a una probable administración bonaerense a su cargo.
De Narváez entrevió las penurias ornamentales de aquella foto del
miércoles y llegó tarde a propósito para no formar parte de ese
confuso instante fotográfico. Reutemann lo acogió luego en su despacho
para posar en una foto mejor hecha. Reutemann es así: se lleva bien
con casi todos (incluido Macri), tal vez porque es verdad que se sentó
a la mesa para ayudar y no para ser candidato.
Kirchner no está vencido de antemano, aunque otros protagonistas se
hayan quedado en los últimos días con la iniciativa política que él
monopolizó hasta el pasado domingo. El ex presidente imagina en 2011
una sociedad extorsionada por la necesidad de conservar la estabilidad
económica y menos sensible a las cuestiones morales o institucionales.
Si fuera así, muchos argentinos preferirían quedarse con un gobierno
que ya conocen. Pero si aquellas garantías económicas fueran asumidas
cabalmente por algunos de sus contrincantes, él también estaría
perdido.
En este caso, sería difícil la existencia de una sociedad indiferente
ante un gobierno capaz de proteger a las barras bravas del fútbol. Y
de aliarse con ellas. Ya quedó vetusta la vieja queja social hacia los
gobiernos por la impotencia oficial ante esos grupos violentos; ahora
es el Gobierno el aliado de esas bandas asociadas al crimen.
Las cosas podrían ser peores todavía si una deducción que balbucea
Hugo Moyano fuera algo más que otro síntoma de la natural paranoia de
los sindicalistas. El líder cegetista empezó a convencerse de que sus
pesadumbres judiciales son obra de los Kirchner; éstos, infiere, se
propondrían mostrarlo en la cárcel para conquistar a franjas de la
clase media que detestan a la familia Moyano.
El padre de los Moyano levantó la apuesta salarial de su gremio sólo
como una guerra preventiva. Kirchner es audaz, pero no tomó aún la
decisión de llegar a tanto. Sólo deja que los jueces avancen hasta
tocar la línea roja. ¿La cruzarán?