domingo, junho 01, 2008

Mariano Grondona Lo único que falta es el jefe de la oposición

Según las encuestas serias, no encargadas por el Gobierno, la
presidenta Fernández de Kirchner se ha vuelto decididamente
minoritaria. ¿Esto quiere decir que si mañana hubiera elecciones sería
vencida? No necesariamente porque, para pronunciar este dictamen,
haría falta lo que todavía no ocurre: que algún representante de la
oposición gozara de una aprobación mayoritaria . La oposición, sumada
en el papel, ya "venció" ajustadamente a Cristina en las elecciones de
octubre, por cuanto ésta obtuvo menos de la mitad de los votos. Hoy,
la diferencia de votos entre la oposición sumada y el oficialismo ha
de haber aumentado sustancialmente en función del desmoronamiento de
Cristina. Sin embargo, como la oposición sigue fraccionada, aun un
oficialismo más minoritario que antes podría vencerla.

El pensador "maquiavelista" Gaetano Mosca sostuvo en su ensayo La
clase dirigente que, en política, una minoría organizada vence a una
mayoría desorganizada. Pese a un desgaste que empieza a notarse, bajo
la férrea conducción del ex presidente Kirchner, el oficialismo es
todavía una "minoría organizada". Pese a que sus índices de aprobación
aumentan en la medida en que los del Gobierno disminuyen, la oposición
continúa siendo una "mayoría desorganizada". Si ya se hubiera unido
bajo un solo liderazgo, el triunfo de la oposición sería cuestión de
tiempo. Pero esto, aún, no está ocurriendo. La única condición que
deben llenar los opositores para vencer al kirchnerismo es encontrar
el único líder que los represente. ¿Está entonces la oposición en
condiciones de darse un único líder de aquí a las elecciones de 2009?
¿Puede adquirir el país en los próximos meses un jefe de la oposición?

Sin bipartidismo

Estén en Europa, América del Norte o América del Sur, los regímenes
políticos más exitosos de nuestro tiempo son "bipartidarios" porque
aseguran la continuidad de las políticas del Estado sin caer por eso
en el continuismo de un solo caudillo en el poder. Es que el
continuismo , aunque dure algunos años, nunca puede asegurar las
décadas que necesita el desarrollo. El continuismo personalista tiene,
en suma, patas cortas. Sólo la continuidad entre dos partidos que se
alternen periódicamente en el poder sin alterar el rumbo fundamental
del Estado garantiza el éxito de los regímenes políticos. Fuera de
América del Sur, éste es el rumbo que siguen Europa occidental y
América del Norte. Dentro de América del Sur, es el rumbo de Brasil,
Chile y Uruguay, ninguno de cuyos presidentes ha caído en la trampa
del reeleccionismo indefinido en que cayeron la Venezuela de Chávez y
sus satélites.

Aunque no ha sido fácil de lograr, el mecanismo que genera el éxito de
las democracias bipartidarias es sencillo. En el comienzo, gana la
elección un partido cuyo jefe empieza a gobernar. Con el tiempo,
inevitablemente, sobreviene el desgaste. Cuando el partido del
gobierno se desgasta, el partido de la oposición se prepara para
reemplazarlo. El jefe del gobierno es sustituido oportunamente por el
jefe de la oposición hasta que a ésta, ya en el gobierno, también le
llega el desgaste y, con él, la sustitución en favor de su antiguo
vencido, que, casi siempre, ha renovado su propio liderazgo. El papel
del pueblo es asignar los turnos de los gobernantes y de los
opositores pero, como esos turnos llegan pacíficamente en medio de la
estabilidad institucional, ambos partidos terminan por asegurar la
continuidad de las políticas de Estado que apuntan al desarrollo
económico y social.

Basta esta descripción de lo que les parece obvio a las democracias
exitosas de nuestro tiempo para advertir la doble falla de nuestro
sistema político, que si de un lado obedece hoy a un liderazgo
personalista como el de Néstor Kirchner, del otro no consigue crear al
jefe de la oposición que podría interrumpir el curso de su insaciable
poder. Nos sobra ambición de poder en la cumbre y nos falta vocación
de unidad en el llano. Este es nuestro problema. Hasta podría decirse
que es nuestro único problema porque es fácil ver que, si la Argentina
pudiera resolver este dilema, tanto sus talentos y recursos naturales
como la extraordinaria situación internacional que la rodea
permitirían augurarle un futuro impar en el concierto de las naciones.

Cinco candidatos

Aun a riesgo de simplificar, podríamos decir que Kirchner está cercado
hoy por cinco oposiciones principales. En Santa Fe, predomina la
socialdemocracia de Hermes Binner. En la Capital Federal, el Pro de
Mauricio Macri. Hay que agregar a Elisa Carrió, la más votada en el
país después de los Kirchner. Pero en esta breve lista faltan dos
presencias formidables. Una es la del campo, que arrastra la masiva
irrupción federal del interior. La otra es el creciente disenso del
"peronismo republicano", no kirchnerista, que empieza a desbordar la
dura disciplina del ex presidente.

El problema principal de esta amplia lista no kirchnerista no es tanto
que sea incompleta (lo es), sino que aún no se sabe cómo coordinarla.
Al rompecabezas de la oposición le falta, por lo visto, su pieza
esencial, y lo único que podemos hacer por ahora es enumerar los
factores favorables que podrían acelerar y los factores desfavorables
que podrían frustrar la convergencia de los opositores.

Un primer factor favorable es que la oposición a los Kirchner viene de
abajo. Hasta hace poco tiempo, aquellos a quienes les disgustaba el
unicato del ex presidente se sentían aislados. Hoy, después de haberse
producido en Rosario la mayor manifestación masiva de los últimos
tiempos, han caído las vallas que les impedían encontrarse. La
consigna federal que han adoptado es vasta y fuerte. Kirchner une
detrás de sí a numerosos operadores en función de su famosa "caja",
pero sin querer también está movilizando a millones de ciudadanos cuyo
disenso desborda el tema puntual de las retenciones.

Un segundo factor favorable es la comprobación de que a millones de
argentinos no les gusta ni el unicato en la cúpula del poder ni la
ciega subordinación en sus alrededores, y esto a un punto tal que ya
les es difícil a gobernadores e intendentes circular por sus distritos
de origen.
LA NACION
El tercer factor favorable a la oposición es otro que nadie juzga
favorable para el país: la creciente inflación. A ello hay que agregar
que la mentira oficial sobre las cifras reales de la inflación es
vivida por muchos como un agravio inaceptable.

Pero también hay factores que trabajan contra la convergencia de los
opositores. Quizás el principal de ellos es que tiende a prevalecer el
particularismo en vez del espíritu de unión. ¿Piensan algunos
opositores en obtener la conducción exclusiva del disenso? ¿Piensan
otros en elaborar acuerdos apresurados y superficiales como el que
frustró a la Alianza en 1999?

No debe subestimarse por otra parte el empeño combativo del propio
Kirchner. Si se siente arrinconado, ¿qué armas estará dispuesto a
usar? Dada su alta cuota de agresividad y su enemistad con tantos
actores de la vida nacional, si estos rasgos lo aíslan de un lado cada
día más, del otro lado aún inspiran fuertes temores. ¿Se inclinará
entonces el ex presidente a pensar que lo que viene no es una
competencia democrática por el poder, sino una ruleta rusa a todo o
nada?