domingo, agosto 23, 2009

JOAQUÍN MORALES SOLÁ El triunfo a cualquier precio

LA NACION

Ganan y pierden al mismo tiempo. El poder estructural que han conquistado los Kirchner en los últimos días es proporcional al crecimiento del mal humor social contra ellos mismos. Pierden porque ganan sin renunciar a ninguno de los antiguos métodos del kirchnerismo. Lograron extender, sin muchas concesiones, las facultades delegadas del Congreso, pero contra esos excesos de poder también se pronunció la sociedad el 28 de junio. Le cooptaron a Carlos Reutemann su aliada más cercana, pero están por convertir en mártir al más serio competidor del kirchnerismo por la voluntad del peronismo. Ganan, pero ¿a cambio de qué y de cuánto?

El Gobierno logró su propósito de estatizar las transmisiones de fútbol. El Estado colocó sobre sus espaldas enormes erogaciones por el término de diez años. A los Kirchner les gusta redistribuir el dinero de los otros. ¿Cómo hará un gobierno futuro para explicar que no podrá seguir pagándoles los salarios a los jugadores de fútbol, los deportistas mejor remunerados del mundo?

Cristina Kirchner se enamora de sus propias ideas después de cambiar opiniones con ella misma. Pronunció quizá la frase más insensible y frívola sobre los desaparecidos que se haya dicho en 25 años de democracia y proviniendo, desde ya, de un dirigente de la democracia. Comparó la situación de los desaparecidos con la del fútbol codificado. ¿Cómo decirle a una madre que le secuestraron un hijo de 17 años en la década del 70 que aquello fue lo mismo que no ver ahora por televisión abierta un partido entre Independiente y Racing?

Tales superficialidades revelan que el matrimonio presidencial tenía la cabeza en otra parte cuando sucedía la dictadura militar. Muestra también que ni siquiera estuvo pendiente de los esfuerzos de la democracia en los años 80 para revisar el pasado.

Esos vacíos existenciales y políticos permitieron en su momento discursos injustos de Néstor Kirchner y los desenfrenos actuales de su esposa. La Presidenta parece convertir a veces el atril en una mesa de café, donde son posibles los desvaríos de la inteligencia sin alterar el equilibrio de nadie.

De Reutemann a Cobos

Dicen que Julio De Vido anduvo detrás de Roxana Latorre hasta que consiguió su sacrificio para la causa kirchnerista. La senadora tenía el talento de una empleada todoterreno de Reutemann. Nunca en su vida hizo una campaña electoral ni cultivó una idea propia; ganó porque ganaba Reutemann y opinaba porque opinaba Reutemann. Sin embargo, Latorre le habilitó al Gobierno con su firma la posibilidad de tratar las facultades delegadas. Le abrió las puertas al kirchnerismo para que siguiera fijando las retenciones, justo el tema que alejó a Reutemann de Kirchner definitivamente. Nadie le hizo más daño a Reutemann que su más cercana colaboradora.

Kirchner viene conspirando contra Reutemann desde antes de las elecciones. Cree que es el único dirigente que podría abroquelar al peronismo; supone que todos los otros peronistas tienen sólo pequeñas parcelas de liderazgo. En rigor, Kirchner no habría motorizado la deserción de Latorre para vincularlo a Reutemann con él. Eso es poco creíble. Pero lo está sometiendo al senador al increíble esfuerzo de explicar por qué no pudo mantener unido un bloque de dos personas. ¿Así quiere ser presidente?, zumbaban en Olivos mientras celebraban el infortunio de Reutemann.

Latorre es como una agencia de empleos políticos; tiene gente propia en la Anses, en la AFIP y en la Oncca. Eso es lo que la torna vulnerable. Hay que ser justos: no hubiera existido la habilidad de Kirchner sin la deslealtad de Latorre. ¿Conocía el Gobierno esas debilidades de la senadora? El Gobierno sabe muchas cosas, aunque a veces se le escapan las más elementales.

Un ejemplo: un funcionario de tercera categoría fue despedido por orden expresa de la Presidenta porque contó en Facebook los tormentos de una interminable demora de un vuelo de Aerolíneas Argentinas con rumbo a Miami. Otro: los Kirchner consiguen ahora adhesiones parlamentarias entregando beneficios a unos, recursos a otros y promesas de empleos a legisladores que perderán el cargo y el sueldo el 10 de diciembre. Latorre cayó presa de su antigua voracidad por cubrir cargos con amigos, clientes y favorecedores.

¿El kirchnerismo tiene mala información sobre el proyecto presidencial de Reutemann? No, tal vez. Eduardo Duhalde está equivocado, en cambio, si cree que con empujones le sacará al senador una definición sobre su ambición presidencial. Reutemann detesta ser visto como el solista preferido de un hábil director de orquesta, que es como entrevé a Duhalde.

Sucede, también, que Reutemann no quiere ser sólo el candidato del peronismo. Si fuera así, su mejor candidato sería Duhalde, el consumado conocedor de estructuras, de sindicalistas, de barones y de baronías. Es lo que ha dicho. Reutemann imagina, por el contrario, una coalición electoral más amplia que debería incluir al peronismo. Viene con la larga ilusión, por ejemplo, de conformar una fórmula presidencial con Gabriela Michetti. Una alianza de esa naturaleza estaría en condiciones, supone, de pasar por encima de las viejas y más duras estructuras.

En alguna bifurcación de su camino podría encontrarse con Cobos, que también anda a la pesca, en su caso, de peronistas. El proyecto del vicepresidente es, en última instancia, asumir la jefatura de una concertación multipartidaria, parecida a la que alguna vez lideró Néstor Kirchner. ¿Acaso no lo pescaron intercambiando mensajes de texto y acordando reuniones con Alberto Fernández? ¿No suele verse también con frecuencia con Francisco de Narváez y con Felipe Solá?

Cobos vislumbra -y no vislumbra mal- que el peronismo no tiene muchos líderes y que algunos peronistas podrían colgarse de su saco triunfador. El problema de Cobos es otro: ¿hasta cuándo podrá ser el líder opositor y ocupar la vicepresidencia de la Nación? ¿Cuándo aparecerá el riesgo de una colisión entre la institución y la política? Los desmentidos rumores de su renuncia forman parte de esas dificultades.

Cobos, Michetti y Reutemann son las figuras con mejor imagen de la política nacional, según varias encuestas. ¿No es eso, por sí solo, un aviso de que una amplia mayoría social se ha tornado antikirchnerista? El estilo de los tres, aunque cada uno con sus particularidades, es exactamente contrario al de los Kirchner. No le temen al diálogo, ni a la búsqueda de acuerdos con personas distintas, ni a los beneficios del sosiego público y privado.

Un artículo maldito

El actual control del Estado en sólo cuatro manos tiene sus riesgos; uno de ellos consiste en que todos los demás creen que alguien se ocupará de sus obligaciones. Los senadores y diputados kirchneristas no podían creer lo que ocurrió cuando advirtieron que habían aprobado (por unanimidad en el Senado) un proyecto de De Narváez para eximir a amplias y productivas zonas bonaerenses del pago de retenciones. ¿Cómo era aquello de que el Congreso no podía decidir sobre las retenciones?, estalló un opositor cuando los oficialistas acababan de votar.

Estupefacción de kirchneristas. Culpas que se echaban unos a otros. Convertían a De Narváez, sin quererlo, en un héroe campesino. La Presidenta, dicen, se apresta a vetar el artículo maldito de una ley que nadie leyó.

La furia rural la acompañará hasta su último día de presidenta. Pero los Kirchner tampoco se privaron ni se privarán de otro placer preferido del último año: combatir a los ruralistas como si fueran un ejército extranjero y enemigo.

Ganaban y perdían. El mismo día en que los Kirchner se quedaban con facultades delegadas, con el fútbol, con varias deserciones ajenas y con la conducción de la guerra contra los campesinos, la ciudad era un averno para los transeúntes de la calle. Pobladores de villas de emergencia y productores agropecuarios desquiciaron el espacio público. ¿Cuánto le costará al próximo gobierno restaurar una idea de la disciplina social y laboral o una cierta noción del orden público? Esas ya largas anarquías explican ?sólo en parte? que las conquistas del kirchnerismo sean cabalmente simétricas a sus capitulaciones.