Entrevista:O Estado inteligente

domingo, julho 27, 2008

Joaquín Morales Solá | Un gobierno bajo el mando de Néstor Kirchner

Poderosos intendentes del conurbano dicen estar cansados de la presión de Néstor Kirchner para que armen movilizaciones hacia ninguna parte. Varios gobernadores de cuño kirchnerista, si no todos, deslizan como al pasar: Alberto tiene razón: el Gobierno no sabe hacer política .

Alberto es Alberto Fernández, el hombre más importante del gobierno de los Kirchner, que fue largamente aplaudido en la Casa de Gobierno luego de conocerse su renuncia con críticas a la conducción política del país. Celebraban sus últimas posiciones más que su figura. Unos 25 diputados, entre peronistas y radicales K, están haciendo sus valijas para abandonar el bloque oficialista. Y nueve senadores están más fuera que dentro del bloque kirchnerista.

Sin embargo, el Gobierno es cada vez más una dependencia personal de Néstor Kirchner. El disimulo vale de poco para esconder que existió una seria disputa entre el ex presidente y Alberto Fernández por los cursos futuros de la administración. En el fondo, el ex presidente sigue sosteniendo que la renuncia es mejor que la permanencia, si ésta obliga a hacer concesiones después de la derrota. ¿Qué nos piden? ¿Acaso que negociemos con la derecha y claudiquemos ante ella? , ha dicho Kirchner en los últimos días, entre las brumas de una leyenda. Menos mal que la firma de la renuncia no le pertenece.

Le piden otra cosa, pero esa es la forma de interpretar del ex presidente, siempre más influido por la ideología que por los hechos. La Presidenta lo acompaña por esos senderos donde sólo caben los sumisos y la conspiración. La ratificación del progresismo no lo obligaba a la designación de Sergio Massa, que viene de otra extracción política. Pero menos le exigía someter al nuevo jefe de Gabinete a la inmediata compañía pública de Julio De Vido y de Ricardo Jaime. Massa tenía otros ministros mucho más presentables (desde Graciela Ocaña hasta Jorge Taiana, pasando por Carlos Tomada) para hacer su debut como jefe del Gabinete.

Ni siquiera el argumento (el envío al Congreso del proyecto de estatización de Aerolíneas Argentinas) valía la pena de esa exposición. La iniciativa ya había merecido un discurso de la Presidenta por la cadena nacional de radio y televisión. La irrupción estridente de De Vido y Jaime no fue una noticia, sino un claro mensaje político: hay hombres que no se pueden ir fácilmente del gobierno de los Kirchner. La Presidenta tiene una semana o diez días para hacer algunos cambios. No hay mucho tiempo más , aseguró un ministro en funciones.

Hasta es posible que Guillermo Moreno termine abandonando la administración. La dificultad evidente para hacer cambios la plantean, en cambio, De Vido y Jaime. Moreno ha hecho una caricatura de sí mismo, pero más allá de esa sátira se esconde una política económica. Política antigua e inservible, pero política al fin. Consiste en creer que los empresarios deben ser controlados por el Estado porque aquellos tienen una vocación natural para amargarle la vida a la sociedad. ¿Están dispuestos los Kirchner a cambiar de política económica?

Aseguran que al ministro de Economía, Carlos Fernández, no le cierran los números, justo a él, que es un especialista en números prolijos. En la apertura de esa grieta no influye tanto la recaudación como la inmensa magnitud del gasto público. El ministro está seguro de que debería disponerse una inmediata actualización de tarifas de servicios públicos para liberar al Estado de la insoportable carga de subsidios al consumo energético, por ejemplo.

Es difícil que el matrimonio presidencial se meta en ese berenjenal cuando las encuestas de los dos se han derrumbado, aunque más las de él que las de ella. Kirchner no cambió las tarifas ni cuando estaba muy bien en las mediciones de opinión pública.

Pero ¿cuánta información real le llega al ex presidente? En una reunión previa a uno de los muchos actos peronistas, antes de la derrota senatorial, un destacado intendente del conurbano le hizo a Kirchner una pregunta maldita. ¿Cómo estamos en el Senado? , inquirió, antes de disponer la movilización del clientelismo. Kirchner comenzó a hacer números y a dar nombres de senadores. Tenemos 42 votos a favor , le aseguró. Fueron 36 y significaron el cruel empate. El intendente no se olvidó de esa anécdota. ¿Será así de buena toda la información que tiene? , anda averiguando.

Hubo un tiempo en el que, bien o mal, Kirchner lideraba una sociedad. La oscuridad política y el encierro entre pocos y fanáticos seguidores parecen haberlo dejado ahora muy detrás de una sociedad que ya lo abandonó. Perseverará en sus métodos y en su estilo. Algunos políticos kirchneristas señalaron que el ex jefe de Gabinete cometió un error cuando decidió hacer públicos esos cuestionamientos. Cerró las puertas de eventuales cambios , concluyen. Es, en efecto, lo que siempre ha hecho Kirchner.

¿Existió la posibilidad de esos cambios? Probablemente no. De hecho, ése fue el consejo que Alberto Fernández le dio en privado al matrimonio presidencial durante varios días. Nada. Todo seguía igual. Alberto se iba o dentro de quince días terminaba explicando públicamente por qué era mejor que Moreno y De Vido se quedaran , señaló un confidente del ex ministro. En rigor, eso había pasado con Fernández en muchos temas en los últimos años; comenzó criticando ciertas políticas y terminó avalándolas.

Con Fernández se fue el último cristinista de pura cepa. A Cristina no le gustó su renuncia y a Kirchner le gustó menos. El liderazgo político de la Argentina ha recaído exclusivamente en el matrimonio presidencial y, sobre todo, en Néstor Kirchner. Con Alberto Fernández, el ex presidente hablaba de política, como antes hablaba de economía con Roberto Lavagna. Ahora el liderazgo es un monólogo al que sólo acceden los que consienten.

Kirchner fue construyendo ese descomunal poder dentro del gobierno de su esposa, aun contra sus propias promesas previas. Durante el gobierno del ex presidente, Cristina tenía derecho a veto, pero lo ejercía decisivamente dentro de un cuarto en el que sólo cabían tres o cuatro personas. La diferencia con Néstor Kirchner, que también tiene ahora un abrumador derecho a veto, es que éste lo ejerce desde las tribunas o desde sus estrafalarias conferencias de prensa. Una vez que se pronunció el jefe político del Gobierno, la propia Presidenta resulta con los pies atados, imposibilitada de caminar hacia cualquier lado.

Con veto o sin él, lo cierto es que el Gobierno padece una hemorragia política, lenta pero incesante. Ningún problema, con todo, se ha resuelto hasta ahora.

Ni siquiera se ha resuelto el conflicto con el campo. El nuevo secretario de Agricultura, Carlos Cheppi, perdió la solvencia política casi antes de asumir. Les puso condiciones para hablar con ellos a los líderes rurales que integran la Comisión de Enlace. Desconoció el hecho nuevo de un campo arropado por el calor popular.

Ricardo Echegaray, titular del organismo de comercio exterior agrícola, directamente anuló con una resolución inconsulta los mercados a término. Cheppi reporta a De Vido y Echegaray es hombre con acceso directo a Néstor Kirchner. Los cuarteles kirchneristas siguen en guerra con el campo.

Néstor Kirchner pasa de renunciar a todo a ejercer el poder absoluto sobre todo. Desde Freud sabemos que la razón no puede explicar por sí sola los comportamientos humanos.

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